A causa de diferentes factores tanto sociales, como ambientales y genéticos, niños pueden sufrir depresión también. Las principales manifestaciones de la enfermedad se concentran en aspectos como persistente irritabilidad y letargo, tristeza, aislamiento social, etc. Si persisten más de un mes estos síntomas, se recomienda llevar al niño a un especialista en donde pueda ser tratada su depresión.
La infancia suele relacionarse con una etapa alegre, llena de juegos y colores, sin embargo hay niños que viven precisamente lo contrario, están desganados, agresivos y ven todo oscuro. Ellos son víctimas de depresión, una enfermedad que cada vez afecta a más personas de todas las edades y estratos sociales.
La Real Academia de la Lengua, define depresión como un 'síndrome caracterizado por una tristeza profunda e inmotivada y por la inhibición de todas las funciones psíquicas'.
Hace 20 años esta patología se consideraba exclusivamente de jóvenes y adultos. No se comprendía que los niños pudieran deprimirse, porque se suponía que las tareas del desarrollo en que estaban enmarcados no le brindaban la ocasión de hacerlo, sin embargo hoy, luego de diversas investigaciones, se reconoce que la depresión infantil es un fenómeno real que puede estar presente incluso durante los primeros años de vida.
Generalmente las causas de la depresión son una combinación de factores biológicos, genéticos, ambientales y sociales, que intervienen en diferentes proporciones para desatar o agudizar esta enfermedad.
De acuerdo con estadísticas nacionales entre el 4 y el 6 % de la población infantil ha desarrollado algún grado de depresión que se manifiesta a través de un conjunto de síntomas que por su cantidad, intensidad y duración, incide en su desarrollo normal.
Estar atentos al comportamiento y actitudes de los hijos es la mejor forma en que los padres pueden reconocer este problema, sobre todo cuando son pequeños y no tienen la suficiente capacidad de identificar y expresar lo que sienten.
En la etapa preescolar las principales manifestaciones de la enfermedad se concentran en aspectos como persistente irritabilidad y
Después de los seis años, ya es posible observar otras conductas que se suman a las ya mencionadas, como enuresis, fobia escolar, hiperactividad o retraimiento, pérdida de interés por actividades usuales y conducta agresiva. Después de los nueve años pueden surgir manifestaciones como apatía, falta de concentración, sentimiento de incompetencia o baja autoestima e incluso, en algunos casos, pensamientos recurrentes sobre la muerte o el suicidio.
En ocasiones, para tratar esta enfermedad basta con psicoterapia, sin embargo, hay casos en es necesario complementar con psicofármacos. Loreto Focacci explica que es fundamental que cuando la disfunción está dentro de la familia, los padres o familiares involucrados participen en la terapia, porque durante la infancia el núcleo familiar es el responsable de asentar las bases de lo afectivo.