En los últimos años, el diagnóstico de enfermedades asociadas a la glándula tiroides se ha convertido en un tema recurrente en las consultas médicas. Sin ser una palabra habitual, ni formar parte del vocabulario cotidiano de las personas, el término tiroides parece estar más de moda que nunca. Se estima que alrededor del 10% de la población femenina de Chile sufre alguna alteración relacionada con el tiroides, especialmente entre los 30 y los 40 años. En los hombres, las cifras son 6 ó 7 veces menores.
Lo cierto es que estas patologías se deben fundamentalmente al aumento o disminución de la hormona estimuladora del tiroides o TSH, cuya tarea es estimular a la glándula para que produzca tiroxina (T4) y triyodotironina (T3), hormonas que actúan sobre el metabolismo basal del cuerpo, incrementando la mayoría de las funciones corporales.
No obstante, también hay alteraciones en que el aumento del tamaño de la glándula tiene una incidencia importante. Ese es el caso del bocio, una enfermedad sobre la cual la mayoría dice saber algo. Sin embargo, la experiencia parece indicar que más bien se trata de un conocimiento incompleto, que en gran parte de las personas parece fundamentarse en verdades a medias, información parcial y uno que otro mito.
Para aclarar las dudas sobre esta patología, el doctor Miguel Domínguez, endocrinólogo de Clínica Alemana, inicia la conversación por lo primero que se debe tener claro cuando se quiere hablar de bocio: su definición.
'El bocio es una enfermedad que se caracteriza por todo aumento persistente del tamaño de la glándula tiroides. Como muchas otras alteraciones, existen distintos tipos que básicamente pueden ser clasificados en dos categorías: el bocio difuso y los bocios nodulares', explica el médico.
La diferencia entre uno u otro tipo consiste en que mientras el bocio difuso se considera un aumento homogéneo de toda la glándula tiroidea, los bocios nodulares, están formados, como su mismo nombre lo indica, por diferentes nódulos que crecen y provocan un aumento del tiroides, generando un incremento de su tamaño que no es parejo. En esta categoría es posible diferenciar entre bocios uninodulares y multinodulares, dependiendo de la cantidad de nódulos que se presenten en la alteración. Asimismo, estos nódulos pueden ser de carácter sólido, quístico o mixto, y según sea el caso, asociarse a una función normal (eutiroídeo), alta (hipertiroideo) o baja (hipotiroideo) de la glándula.
Tal como explica el doctor Domínguez, 'existen diversas causas que pueden provocar el bocio, las cuales podrían ser clasificadas como causas benignas y malignas. En el primer grupo, se consideran varios motivos, como la carencia de yodo, anomalías congénitas del tiroides, procesos inflamatorios derivados de infecciones (tiroiditis aguda, subaguda y crónica), alteraciones inmunológicas, alteraciones de la hormonogénesis (la formación de las hormonas), y neoplasias benignas (tumores)', comenta el especialista.
Esta distinción es muy importante, porque uno de los principales objetivos del médico especialista es justamente determinar si el nódulo tiroideo es benigno o maligno. En ese sentido, cabe destacar que los nódulos que se acompañan de hipotiroidismo e hipertiroidismo, habitualmente son benignos. En cambio, los nódulos tiroideos son malignos con mayor frecuencia en los jóvenes menores de 20 años y en los adultos mayores de 60.
Si no hay complicaciones, el bocio puede manifestarse sin provocar en el paciente ningún tipo de molestias, lo que explica que muchas personas lleven un bocio durante muchos años sin haber consultado con un médico o haber recibido ningún tratamiento.
Desde el punto de vista de la función del tiroides, el aumento de la glándula, que es lo que caracteriza a esta alteración, puede lograr mantener la producción de una hormona en cantidad suficiente para que no se manifiesten síntomas. Cuando, existe una alteración de la producción de la hormona tiroidea, los pacientes tienden a presentar síntomas de hipotiroidismo. En otras ocasiones, especialmente en el bocio multinodular, existe una probabilidad de que se genere una cantidad excesiva de hormona, y causar síntomas de hipertiroidismo.
Cómo se diagnostica el bocio
El primer elemento que el especialista debe considerar para diagnosticar esta enfermedad es la palpación del cuello. 'A través de ella, es posible detectar una especie de bulto que puede ser de una consistencia más o menos dura y a veces es posible palpar zonas más firmes que se corresponden con los nódulos. Este examen físico permite determinar si hay uno o más nódulos, su consistencia, su rapidez de crecimiento, su adherencia a los planos vecinos y la existencia de linfonodos regionales' explica el endocrinólogo de Clínica Alemana.
No obstante, la palpación no constituye el único medio para el diagnóstico de bocios, pues sólo resulta efectiva en identificar nódulos de entre 0,8 y 1 centímetro de grosor. En caso de que éstos sean más pequeños, será necesario realizar exámenes de laboratorio más complejos.
Entre ellos, el doctor Domínguez destaca 'la ecotomografía tiroidea, que es un método no invasivo, rápido y que puede efectuarse y repetir sin limitaciones ni contraindicaciones. Este método permite medir y explorar, a través de un haz de ultrasonidos, la estructura, el tamaño y la consistencia de la glándula, así como medir y contar los nódulos que puedan haber en su interior. También puede resultar útil realizar un cintigrama tiroideo, que consiste en administrar yodo radioactivo y observar, mediante un detector, la forma en que la glándula capta y utiliza ese elemento', explica.
Agrega el especialista: 'Detecta la funcionalidad de nódulos de hasta 1 centímetro y, al contrario de la ecografía, no es capaz de mostrar las estructuras vecinas del tiroides. Además está contraindicado en los períodos de embarazo y lactancia. Finalmente, las pruebas de laboratorio pueden ser complementadas con una punción tiroidea. Se realiza con una aguja fina y permite hacer el diagnóstico de benignidad o malignidad en un gran porcentaje de los nódulos y masas cercanas a la glándula, que es lo realmente importante de precisar al momento de realizar el diagnóstico'.
En cuanto al tratamiento del bocio, en primer lugar, será muy importante transmitir tranquilidad al paciente, explicándole que no en todos los casos se trata de un tumor maligno o un cáncer. De hecho, alrededor del 95% de los bocios son benignos.
De lo anterior, se desprende que la mayoría de los casos corresponden a la presencia de un bocio difuso, sobretodo en personas jóvenes. Es el caso de la hormona TSH, que segregada por la hipófisis para estimular el tiroides, provoca un aumento de la glándula para conseguir niveles suficientes de tiroxina (T4) en el organismo, debido a una falla en la fabricación de esta hormona tiroidea.
El doctor Domínguez señala que 'en estos pacientes será necesario administrar tiroxina para frenar la producción de TSH en la hipófisis, y de alguna manera, frenar a la glándula tiroides, que ya no tendrá que compensar la fabricación escasa de hormona tiroidea con un aumento en su tamaño. Lo ideal es que estas personas se mantengan siempre en observación con un especialista adecuado. En otros casos, cuando se verifica la presencia de un cáncer, estará indicado un tratamiento quirúrgico, seguido de una terapia apropiada para estos casos'.