Al consumir fibra dietética (presente en diferentes vegetales) es clave para la preveción de enfermedades y condiciones como la constipación y hemorroides.
Hace casi un siglo que la fibra dietética comenzó a tener interés para la medicina, cuando empezó a utilizarse como tratamiento del estreñimiento, que en aquella época era considerado como el origen de muchos males. Pero recién a mediados de siglo XX estudios realizados en Europa y África detectaron que quienes consumían esta sustancia en mayores cantidades no desarrollaban ciertas enfermedades.
Hoy se sabe que comer alimentos con fibra dietética es clave para la prevención de diversas patologías, como constipación, hemorroides, diverticulosis, obesidad, ateroesclerosis, enfermedades coronarias, diabetes y cáncer de colón, entre otras.
Patricia Rodríguez, nutricionista de Clínica Alemana, explica que son múltiples los alimentos ricos en esta sustancia, entre ellos frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, como arroz, pan y pastas integrales, muchos de los cuales no están presentes en forma suficiente en la dieta occidental.
El contenido y composición de la fibra dietética es distinto dependiendo del alimento, incluso un mismo tipo de producto puede diferir en la concentración de esta sustancia.
¿Cómo actúa la fibra dietética?
Este elemento es la parte estructural de los vegetales. La nutricionista explica que también se considera fibra alimentaria a otros componentes que si bien tienen otra estructura química o no forman parte de las paredes celulares, son absorbidos en el intestino delgado y llegan sin degradarse al colon. Por lo tanto, se puede decir que la fibra no es una sustancia única, sino un conjunto de compuestos, que agrupados y dependiendo de la proporción en que se encuentren, tienen propiedades específicas.
Como el aparato digestivo no puede digerir la fibra dietética, ésta no aporta energía al organismo, es decir, no es asimilada.
Hay dos tipos de fibra, la soluble y la insoluble. La primera se encuentra principalmente en frutas, verduras, salvado de avena, cebada y frijoles. En tanto, la fibra insoluble puede hallarse principalmente en el pan y en los cereales hechos con grano integral, en la cáscara comestible de algunas frutas como la manzana y la pera, en las raíces y en las verduras hojosas.
La fibra soluble se disuelve en agua y pasa por el aparato digestivo más despacio que la fibra insoluble. Además, junto con un una dieta baja en grasa, puede ayudar a disminuir la cantidad de colesterol en la sangre y a su vez es posible que mantenga en equilibrio el nivel de glucosa, ya que contribuye a retardar y dificultar su absorción.
El aumento del volumen de las heces dificulta la formación de divertículos, además, al haber mayor lubricación, el esfuerzo en el canal rectal es menor, lo que previene las hemorroides y contribuye a su tratamiento.
La fibra insoluble no se disuelve en agua, por lo que pasa por el aparato digestivo rápidamente. Estimula el movimiento de los músculos del intestino, lo que ayuda a mantener la regularidad en la digestión.
Asimismo, su consumo cumple un papel fundamental en el tratamiento de la obesidad, ya que según Patricia Rodríguez 'la fibra desplaza nutrientes utilizables de la dieta que otorgan energía -principalmente carbohidratos y grasas-, con lo que disminuye el aporte calórico al organismo, y como requiere masticación, provoca secreción gástrica y distensión del estómago, por lo tanto, sensación de saciedad'.
En el caso del cáncer colorrectal la fibra también podría ser beneficiosa, ya que entre otras cosas, al disminuir el tiempo de tránsito intestinal, los carcinógenos potenciales están menos tiempo en contacto con las paredes del intestino y, además, se encuentran mejor disueltos.
Por esto es recomendable incorporar a la dieta diaria los alimentos que contienen esta sustancia, de manera de consumir un promedio de 20-30 gramos diarios al día, que es lo que recomiendan los expertos.