Dormir es necesario para poder funcionar correctamente día a día, sin embargo hay veces que nuestro sueño tiene alteraciones que nos impide tener un descanso completo.
Los seres humanos pasan prácticamente un tercio de su vida durmiendo. Considerando el tiempo que se dedica a esta actividad, no es extraño que investigaciones del Instituto Nacional de la Salud de Bethesda (Estados Unidos) revelen una clara relación entre la cantidad y la calidad del sueño, y el estado de salud y la esperanza de vida.
Lamentablemente, en estos tiempos dormir mal es uno de los problemas de salud más extendidos en la población, sin embargo, también es uno de los menos conocidos. El estudio científico del sueño y sus trastornos, que se inició hace alrededor de tres décadas, ha permitido investigar una serie de patologías que afectan el buen dormir, entre las cuales las más comunes son insomnio, somnolencia excesiva y apnea del sueño (pausas de la respiración mientras se duerme), entre otros.
Sin embargo, también hay estilos de vida que pueden afectar el sueño, por ejemplo, los adolescentes con horarios irregulares que se acentúan más durante los fines de semana o aquellas personas que están sometidas a altas exigencias que no les permiten conciliar bien el sueño o demandan más tiempo de vigilia del que se considera saludable.
De acuerdo a la doctora Mónica González, neuróloga del Centro del Sueño de Clínica Alemana, se puede decir que una persona duerme mal cuando la sensación de descanso nocturna no es adecuada, independientemente del número de horas de sueño.
'Así una persona a pesar de dormir ocho horas puede referir somnolencia diurna, cansancio, por la sensación de no haber descansado lo suficiente. En estos casos deben evaluarse las características del sueño', afirma la especialista.
Asimismo, cuando se duerme mal hay una mayor tendencia a cometer errores y se producen problemas en la memoria, principalmente en la de corto plazo, lo que suele afectar negativamente el rendimiento académico y laboral.
La neuróloga afirma que a nivel fisiológico también se producen alteraciones, principalmente de tipo inmunológico y hormonal. Se le ha asociado, además, a cambios a nivel del humor, de hecho más del 50% de los pacientes con depresión presenta dentro de sus primeras quejas insomnio, sin embargo, no está claro cuál de las dos patologías es causa y cuál consecuencia.
Para dormir más y mejor
Si las alteraciones se presentan en forma frecuente y sostenida, es recomendable consultar a un especialista para descartar, mediante la historia clínica y en algunos casos con estudios especiales, la posibilidad de un trastorno del sueño, como por ejemplo, insomnio o apnea.
Sin embargo, también hay ocasiones en que basta con cambiar algunos elementos del estilo de vida para mejorar la calidad del sueño. En este sentido, es muy importante desarrollar hábitos regulares y esquematizados para dormir, pero sin forzar el sueño, ya que ello produce ansiedad anticipada.
'Si hay trastornos del sueño, hay que tratar de restringir el uso del dormitorio para la vida sexual y dormir. No es recomendable ocuparlo también para trabajar, comer o ver TV o utilizar el PC', aconseja.
Por último, es importante evitar conducir en horarios de alto riesgo de somnolencia, es decir, entre las 15:00 y las 21:00 horas. Si se presenta somnolencia al conducir, lo mejor es detener el vehículo en un lugar seguro, ya que inevitablemente el sueño vencerá al conductor, quien se arriesga a accidentes graves. Aquellas personas que realizan turnos deben intentar dormir inmediatamente después de haberlo finalizado, idealmente en un medioambiente sin ruidos y con baja luminosidad.
Sueño y edad
Desde el punto de vista fisiológico, a medida que pasan los años, las características del sueño van cambiando. Mientras un recién nacido puede dormir alrededor de 75% del tiempo, un niño requiere cerca de 10 horas, pero a los 18 años este porcentaje baja a ocho horas como promedio.
A medida que se envejece, el número de horas y también la calidad del sueño disminuyen. Los adultos mayores duermen en promedio seis horas de tipo superficial, con mayor tendencia a despertar en forma espontánea o debido a ruidos, dolor u otro tipo de molestias. Además, en este tramo de edad hay mayor tendencia a tomar siestas diurnas, lo que evidentemente juega en contra del sueño nocturno. A ello se suma la inactividad y el uso de numerosos fármacos que a su vez afectan los mecanismos fisiológicos del sueño.