La doctora Maricarmen Andrade, geriatra de Clínica Alemana, explica que el delirium es un cuadro de compromiso de conciencia de comienzo agudo -puede surgir en horas o días- en que la persona puede estar agitada o, por el contrario, más somnolienta de lo habitual. Su evolución es fluctuante, hay momentos en que parece lúcida y otros en que se encuentra desorientada (no recuerda la fecha ni dónde está), es incapaz de mantener la atención o tiene dificultad para mantener una conversación coherente.
Además, los afectados pueden tener alucinaciones o ideas delirantes (que les quieren hacer daño u otras) y no es raro que cambien el ciclo de sueño-vigilia, es decir, que duerman en el día y despierten en la noche. Es así, como finalmente el delirium se traduce en múltiples consecuencias: aumenta la morbilidad, la estadía y complicaciones hospitalarias, la mortalidad, el deterioro funcional y cognitivo, los costos de hospitalización y el ingreso a hogares de ancianos.
En cuanto a las causas, se sabe que en la mitad de los casos, son múltiples. Dentro de las más frecuentes están las infecciones del tracto respiratorio y urinario, alteraciones del sodio, deshidratación, presencia de fecaloma (acumulación de deposiciones que taponan el recto), trastornos neurológicos -como accidentes cerebrovasculares- y ser sometido a cirugía.
Asimismo, hasta el 30% de los casos tiene causa farmacológica, ya sea por el uso de medicamentos de riesgo o por la suspensión de fármacos crónicos como las benzodiacepinas. Por último, es importante mencionar que el solo cambio de ambiente (ingresar a un hospital, por ejemplo) puede producir delirium en un paciente con factores de riesgo.
¿Qué hacer?
Están más susceptibles a desarrollar delirium las personas mayores de 65 años y con alteraciones como fragilidad física, enfermedad grave, demencia previa, infección o deshidratación, alteración visual, hipoacusia (sordera), consumo de múltiples fármacos o desnutrición. Por eso, la principal forma de prevenir este cuadro es manejando estos factores de riesgo. Se ha comprobado que tomando las medidas adecuadas se puede prevenir hasta en un 40% de los casos.
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“Los familiares y cuidadores cumplen un rol fundamental en la prevención, primero porque su presencia hace que el ambiente hospitalario que es adverso para cualquier adulto mayor, no lo sea tanto, tranquilizándolo; y segundo, porque pueden participar en las medidas preventivas, como la hidratación, facilitándole el acceso a agua; ayudando en la movilización y reorientándolo frecuentemente”, concluye.