“¡Gracias... me salvaste!”. Fue lo primero que Emilia le dijo suspirando a su médico tratante cuando despertó de la última de las tres cirugías a las que tuvo que ser sometida. Ese fue el fin de una larga etapa que comenzó el 10 de febrero de 2010, cuando se cayó de una moto de cuatro ruedas en Las Brisas de Santo Domingo.
Desorientada, pero consciente, Emilia tuvo la suerte de que precisamente en ese lugar estuviera de vacaciones el doctor Jorge León, cirujano de Clínica Alemana, quien la asistió y la acompañó en su traslado hasta la Clínica. “Cuando me caí, me quería parar e ir a mi casa, juraba que no había sido nada, pero él me dijo que me quedara tranquila, que no me moviera. Él supo que era grave y se lo dijo a mi mamá para que me trajeran a Santiago. Gracias a él sé lo que pasó. No me acuerdo de nada, sólo tengo imágenes... como estuve en coma, me podrían haber dicho que pasó un día o un año y les habría creído”, relata.
Al ingresar al Servicio de Urgencia fue recibida por el doctor Fredy Ayach, neurocirujano de Clínica Alemana. Ahí se le realizó un escáner y su diagnóstico fue un TEC complicado con contusión cerebral, por lo que quedó internada en la UCI con monitorización constante. “El cerebro empezó a inflamarse cada vez más y ella fue cayendo en un coma más profundo, existiendo el riesgo de que el cráneo, que es una caja cerrada, se hinchara a tal punto que no le llegara sangre al cerebro, y se infartara (muerte cerebral)”, explica el doctor Rodrigo Vallejo, neurocirujano de Clínica Alemana y médico tratante de Emilia.
Al día siguiente empeoró. En ese momento decidieron operarla y realizarle una craniectomía descompresiva que consiste en quitarle una parte del hueso del cerebro para que este pueda expandirse, pero siguió agravándose. Se le hizo otra cirugía para medir la presión y el flujo del cerebro. Pese a todo, ella tenía un muy mal pronóstico: un 50% de riesgo vital y, si sobrevivía, un 50% de quedar vegetal. Sólo después de diez días, su probabilidad de morir bajó a un 7%. Aun así, se mantuvo en coma, hasta lograr los niveles deseados.
El doctor Vallejo explica que el manejo de todo este caso fue clave, desde el lugar del accidente. Se realizó un traslado rápido, un tratamiento oportuno en Urgencia y luego en la UCI para que el cerebro siguiera funcionando lo mejor posible antes de la cirugía. Todas las decisiones fueron rápidas y acertadas, lo cual es fundamental en este tipo de pacientes para minimizar el riesgo de secuelas.
Camino a la recuperación
“Cuando desperté no entendía nada y lo primero que pregunté fue ¿qué hago aquí?”, cuenta Emilia, quien estuvo 17 días en coma. Se perdió el concierto de su ídolo máximo, Ricardo Arjona, y todo lo que sabe del terremoto se lo contaron. Tiene 18 años, es la menor de cuatro hermanos y su familia fue un apoyo fundamental: día y noche estuvieron a su lado.
“La primera vez que me miré al espejo me vi dos hoyos en la cabeza, pelada y flaca, muy flaca… pero me dio lo mismo. Los doctores ya habían hecho todo, ahora me tocaba a mí. Me esforcé al máximo con los kinesiólogos y los fonoaudiólogos, me costaba demasiado, pero después de ellos y de Dios, yo sentí que el éxito de la recuperación estaba en mis manos. De a poco fui recuperando mi vida”, relata emocionada.
Uno de los momentos más difíciles para ella fue la última cirugía, en la que le tenían que volver a poner parte del hueso de la cabeza. “Yo tiritaba, estaba nerviosa. El doctor me dijo ‘no te preocupes, ya salimos de ésta, es lo último, sólo confía. Cuando despiertes yo voy a estar ahí’... Y cuando desperté, ahí estaba… ¡es que mi doctor es bacán!”, cuenta.
El doctor Vallejo explica que su neurorrehabilitación estuvo a cargo de un equipo integral de especialistas encabezado por el doctor Arnold Hoppe, jefe de Neurología de la Clínica, y compuesto por neuropsicólogos, fonoaudiólogos, kinesiólogos y terapeutas ocupacionales. “Es importante para la autoestima del paciente, ya que hay que facilitar una inserción a la vida lo más positiva posible. La capacidad de Emilia no estaba al 100% enseguida, fue un proceso que duró alrededor de 6 meses, etapa en que el apoyo de su colegio, el San Benito, fue fundamental para que ella no perdiera el año”, enfatiza. Y no repitió. Es más, su promedio de notas subió de 5,9 a 6,4 y motivada por su recuperación quiere estudiar kinesiología.
Actualmente, está totalmente de alta. No tiene ningún tipo de secuelas. ¿Cuántas posibilidades tenía Emilia de quedar así? Menos de un 5%, explica el doctor Vallejo. 'Yo la quiero mucho y también a su familia, que estuvo todo el tiempo con ella, apoyándola desde un sofá de la UCI sin moverse. Pocas familias lo hacen... sufrieron mucho, pero hoy tienen una hija con ellos. ¡Es un milagro!”, cuenta emocionado.
“Mi mamá dice que soy fuerte, que yo le gané a la muerte. Yo veo el accidente como algo positivo, porque conocí gente maravillosa. Es que fue impactante cómo Dios puso en el camino a los mejores”, concluye Emilia con una gran sonrisa en su rostro.