Aunque parezca insólito, algunos recién nacidos sufren de tortícolis. Si bien no es muy frecuente, es importante saber de qué se trata y cómo tratarla, debido a la angustia que genera en los padres y la necesidad de efectuar un tratamiento oportuno y prolongado.
Al respecto, el doctor Ricardo Erazo, neurólogo pediátrico de Clínica Alemana, explica que esta afección se detecta cuando la cabeza está inclinada hacia el lado lesionado con mentón dirigido en dirección opuesta. Esto se produce por una lesión del músculo esternocleidomastoídeo que le impide realizar su función normalmente. La tortícolis se expresa por la limitación del movimiento de la cabeza hacia el lado afectado, lo que produce la inclinación ya descrita.
En los recién nacidos, esta afección se detecta entre la segunda y cuarta semana de vida, al observar la inclinación de la cabeza del recién nacido. La fibrosis o hematoma se pesquisa mediante la palpación y un estudio de imágenes.
Las causas más frecuentes de la tortícolis en recién nacidos son dos: traumatismo del parto, lo que produce estiramiento y hematoma del músculo esternocleidomastoídeo, además de fibrosis con acortamiento de este tejido, lo que limita su capacidad de movimiento. Otra causa importante es la malposición intrauterina que produce efecto similar.
En los bebés es poco frecuente, a diferencia de los adultos ya que todos han tenido al menos un episodio de tortícolis, lo que la sitúa como evento transitorio en la mayoría de los casos. En la minoría se debe a traumatismos, tumores y trastornos reumatológicos, entre otros.
Asimismo, existen motivos poco frecuentes como menor irrigación prenatal, malformaciones de la columna cervical y lesiones del sistema nervioso central.
Hay que destacar que en el 20% de los casos se asocia a luxación de caderas y en porcentaje menor a Pie bot. Es decir, sólo el hecho de tener tortícolis congénita aumenta el riesgo de tener otras anomalías.
El tratamiento consiste en evitar que el recién nacido duerma de lado y elongar el músculo esternocleidomartoídeo acortado mediante ejercicios kinésicos, varias veces al día. “Con esta estrategia terapéutica la tortícolis congénita desaparece entre los 6-7 meses de vida en el 95% de los casos”, explica el doctor Erazo.
Asegura que “en el 5% restante es necesario realizar corrección quirúrgica, técnica que se prefiere realizar en edad preescolar”.
En cuanto a las consecuencias en el desarrollo del niño, la existencia de tortícolis congénita por sí sola no causa mayores alteraciones pues en general se resuelve en pocos meses. Sin embargo, siempre es bueno tratarla porque en algunos casos puede provocar desviación de la columna vertebral o escoliosis, lo que por supuesto debe evitarse.
Departamento de Pediatría
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