Los casos más frecuentes son protagonizados por animales domésticos como gatos y perros, y afectan, principalmente, las manos y el rostro de los niños. Ambas mascotas tienden a morder y desgarrar la piel de su víctima, y en el caso de los felinos sus largos y afilados dientes penetran con mayor facilidad en el cuerpo del pequeño.
Primeros auxilios
Frente a la agresión de una mascota, el especialista sugiere:
1.- Lavar la herida con agua fría.
2.- Cubrir la lesión con una tela limpia.
3.- Trasladar al niño a algún servicio clínico.
Tratamiento
La terapia contempla sesiones de curación hasta que la herida cicatrice y, en algunos casos, manejo quirúrgico, administración de antibióticos y prevención antirrábica.
El éxito del tratamiento depende de una consulta precoz, profundidad, ubicación y extensión de la herida. También es clave la calidad de la primera atención y determinar cuáles son los tejidos comprometidos. Por ejemplo, cuando el agresor es un gato, hay que poner especial cuidado en la lesión, ya que esta tiende a infectarse con más frecuencia.
Prevención
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Evitar dejar al niño a solas con el animal.
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Poner atención a los signos de agresividad de la mascota.
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Supervisar todas las actividades del niño.
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Enseñar al pequeño a no molestar al animal mientras come o duerme.
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Evitar que el niño provoque a la mascota.
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