Aunque, por lo general, las principales inquietudes de un niño son jugar y entretenerse, contar con un grupo de pares que lo valore, acepte e integre, y tener una familia estable que le dé seguridad y afecto; hay ciertas circunstancias que pueden desequilibrar su mundo. Un cambio de casa, la separación de los padres, la exigencia académica o la pelea con algún amigo, por ejemplo, pueden descolocarlo y estresarlo.
El doctor Alfonso Correa, jefe de la Unidad de Psiquiatría Infantil de Clínica Alemana, explica que esto se genera porque la capacidad de adaptación se ve superada, la exigencia es extrema o prolongada, o las redes de apoyo y contención son escasas y frágiles.
Los niños manifiestan este cuadro a través de síntomas físicos y conductuales. “Es importante que los padres estén atentos a las reacciones de su hijo e identifiquen las fuentes de estrés, hablen sobre ellas y, en conjunto, desarrollen estrategias para enfrentar el problema”, agrega el especialista. Para esto, un primer paso es que conversen con el niño y lo incentiven a expresar su opinión.
En tanto, para evitar el estrés se recomienda mantener informado al pequeño sobre los posibles cambios que puedan generarse al interior del hogar (llegada de un nuevo hermano o separación de los padres, por ejemplo) o en el entorno cercano (cambio de colegio o de casa, entre otras), utilizando un lenguaje adecuado. Asimismo, es importante explicarle el motivo de la situación, prepararlo para ella, darle el tiempo suficiente para que la asimile y escuchar sus inquietudes o preocupaciones.
Sin embargo, si sienten que el problema escapa de sus manos, lo más acertado es buscar la ayuda de un profesional que les entregue psicoeducación a ellos y al niño, respecto de la comunicación de emociones (expresión, escucha y contención). Incluso, según la intensidad del cuadro y la edad del paciente, puede ser necesario el uso fármacos como antidepresivos, en caso de que se constituya una depresión.
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