Palpitaciones, dolor en el pecho o sensación de falta de aire, son algunos síntomas que pueden anteceder a una muerte súbita. Cuando esto ocurre, la persona se desploma bruscamente o pierde el conocimiento con ausencia de pulso y presión arterial, de lo que no se recupera si no hay maniobras de reanimación.
El doctor René Asenjo, cardiólogo de la Unidad de Arritmias de Clínica Alemana, explica que se define como fallecimiento abrupto e inesperado dentro de una hora del inicio de los síntomas, de una persona aparentemente sana, o bien, portadora de una patología que está controlada y estable en las 24 horas previas.
“Cerca del 90% son de origen cardiovascular y la causa más frecuente es la enfermedad de las arterias coronarias, principalmente, el infarto, aunque también puede producirse por otras cardiopatías estructurales que solo comprometen el sistema eléctrico, y por trastornos hereditarios. La causa final es un paro cardiaco repentino producido por una arritmia de muy alta frecuencia ventricular denominada taquicardia ventricular o fibrilación ventricular y, en raras ocasiones, un bloqueo de la conducción eléctrica que lleva a una contracción cardiaca de muy baja frecuencia y luego ausencia de ella”, sostiene.
El especialista agrega que ambas arritmias producen un colapso circulatorio con ausencia de irrigación y oxigenación de los tejidos del organismo, lo que a nivel del cerebro se manifiesta con pérdida de conocimiento y ausencia total de respuesta del paciente ante los estímulos externos.
“Si no se aplican medidas adecuadas de reanimación dentro de los primeros 3 a 5 minutos, el paciente fallece, mientras que si se realiza de manera tardía y el paciente se recupera, generalmente, quedan secuelas neurológicas de distinta magnitud. Cuando la persona logra superar el problema, se denomina muerte súbita abortada. Es importante destacar que cuando un paciente ha sobrevivido a un paro cardiaco, este tiende a repetirse, por lo que es fundamental tomar las medidas preventivas para evitar que fallezca en un próximo episodio”, enfatiza.
Síntomas y factores de riesgo
Puede haber o no síntomas previos a la muerte súbita. Algunos antecedentes de riesgo o síntomas que pueden favorecer el desarrollo de una arritmia grave que desencadene una muerte súbita son:
- Haber padecido un episodio de paro cardiaco o muerte súbita abortada.
- Presentar pérdida súbita de conocimiento (síncope) o sentir un mareo intenso y visión borrosa con sensación inminente de pérdida del conocimiento (presíncope).
- Tener una función ventricular muy disminuida.
- Presentar algunas formas de arritmia ventricular demostrada en un electrocardiograma o test de Holter de 24 hrs.
- En pacientes con alteraciones eléctricas sin cardiopatía estructural y en caso de enfermedades estructurales de origen hereditario (miocardiopatía hipertrófica y displasia del ventrículo derecho, entre otras) hay factores predisponentes bien establecidos, entre los que destacan el haber tenido síncope o presíncope, además de contar con antecedentes familiares de muerte súbita.
¿Qué hacer?
Se trata de una emergencia de vida o muerte, cuyo objetivo es que el paciente salga del paro sin secuelas y que el ritmo cardiaco vuelva a su normalidad. Las primeras medidas son pedir ayuda a otras personas que estén en el lugar, ver si el paciente reacciona a estímulos (tocar la cara, levantar los hombros) y comprobar si hay respiración. Si nada de esto ocurre, debe considerarse que la víctima está en paro cardiaco. Es importante asegurarse de que en la boca no haya elementos con los cuales se pueda asfixiar. Rápidamente se deben iniciar maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) (ver infografía), mientras otra persona llama al centro asistencial más cercano, con la indicación muy precisa de que hay un paciente en paro cardiaco para que el equipo de rescate llegue preparado.
Las maniobras de RCP deben mantenerse hasta que la persona recupere la conciencia o hasta que llegue la asistencia médica. El equipo de rescate completará la RCP, la que incluye asegurar la vía aérea y desfibrilar al paciente mediante un desfibrilador externo.
Tratamiento
El tratamiento preventivo de nuevos episodios en un paciente que se ha recuperado de un paro cardiaco es el implante de un cardiodesfibrilador interno (CDI), dispositivo que detecta a los pocos segundos un paro cardiaco y aplica una descarga que lo revierte abortando la muerte súbita, con una eficacia cercana al 100%. Este aparato también funciona como marcapasos si el paciente lo requiere.
Hay otros pacientes que pueden ser tratados con medicamentos que previenen el desarrollo de las arritmias que producen muerte súbita. En estos casos, no se requiere el implante de un CDI, a menos que no haya respuesta a los fármacos o aparezcan indicadores que predigan mayor riesgo de muerte súbita. Finalmente, cuando el problema es un paro cardiaco por pulso muy lento o bloqueo cardiaco, el tratamiento es el implante de un marcapasos definitivo.
El doctor René Asenjo, cardiólogo de la Unidad de Arritmias de Clínica Alemana, explica que se define como fallecimiento abrupto e inesperado dentro de una hora del inicio de los síntomas, de una persona aparentemente sana, o bien, portadora de una patología que está controlada y estable en las 24 horas previas.
“Cerca del 90% son de origen cardiovascular y la causa más frecuente es la enfermedad de las arterias coronarias, principalmente, el infarto, aunque también puede producirse por otras cardiopatías estructurales que solo comprometen el sistema eléctrico, y por trastornos hereditarios. La causa final es un paro cardiaco repentino producido por una arritmia de muy alta frecuencia ventricular denominada taquicardia ventricular o fibrilación ventricular y, en raras ocasiones, un bloqueo de la conducción eléctrica que lleva a una contracción cardiaca de muy baja frecuencia y luego ausencia de ella”, sostiene.
El especialista agrega que ambas arritmias producen un colapso circulatorio con ausencia de irrigación y oxigenación de los tejidos del organismo, lo que a nivel del cerebro se manifiesta con pérdida de conocimiento y ausencia total de respuesta del paciente ante los estímulos externos.
“Si no se aplican medidas adecuadas de reanimación dentro de los primeros 3 a 5 minutos, el paciente fallece, mientras que si se realiza de manera tardía y el paciente se recupera, generalmente, quedan secuelas neurológicas de distinta magnitud. Cuando la persona logra superar el problema, se denomina muerte súbita abortada. Es importante destacar que cuando un paciente ha sobrevivido a un paro cardiaco, este tiende a repetirse, por lo que es fundamental tomar las medidas preventivas para evitar que fallezca en un próximo episodio”, enfatiza.
Síntomas y factores de riesgo
Puede haber o no síntomas previos a la muerte súbita. Algunos antecedentes de riesgo o síntomas que pueden favorecer el desarrollo de una arritmia grave que desencadene una muerte súbita son:
- Haber padecido un episodio de paro cardiaco o muerte súbita abortada.
- Presentar pérdida súbita de conocimiento (síncope) o sentir un mareo intenso y visión borrosa con sensación inminente de pérdida del conocimiento (presíncope).
- Tener una función ventricular muy disminuida.
- Presentar algunas formas de arritmia ventricular demostrada en un electrocardiograma o test de Holter de 24 hrs.
- En pacientes con alteraciones eléctricas sin cardiopatía estructural y en caso de enfermedades estructurales de origen hereditario (miocardiopatía hipertrófica y displasia del ventrículo derecho, entre otras) hay factores predisponentes bien establecidos, entre los que destacan el haber tenido síncope o presíncope, además de contar con antecedentes familiares de muerte súbita.
¿Qué hacer?
Se trata de una emergencia de vida o muerte, cuyo objetivo es que el paciente salga del paro sin secuelas y que el ritmo cardiaco vuelva a su normalidad. Las primeras medidas son pedir ayuda a otras personas que estén en el lugar, ver si el paciente reacciona a estímulos (tocar la cara, levantar los hombros) y comprobar si hay respiración. Si nada de esto ocurre, debe considerarse que la víctima está en paro cardiaco. Es importante asegurarse de que en la boca no haya elementos con los cuales se pueda asfixiar. Rápidamente se deben iniciar maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) (ver infografía), mientras otra persona llama al centro asistencial más cercano, con la indicación muy precisa de que hay un paciente en paro cardiaco para que el equipo de rescate llegue preparado.
Las maniobras de RCP deben mantenerse hasta que la persona recupere la conciencia o hasta que llegue la asistencia médica. El equipo de rescate completará la RCP, la que incluye asegurar la vía aérea y desfibrilar al paciente mediante un desfibrilador externo.
Tratamiento
El tratamiento preventivo de nuevos episodios en un paciente que se ha recuperado de un paro cardiaco es el implante de un cardiodesfibrilador interno (CDI), dispositivo que detecta a los pocos segundos un paro cardiaco y aplica una descarga que lo revierte abortando la muerte súbita, con una eficacia cercana al 100%. Este aparato también funciona como marcapasos si el paciente lo requiere.
Hay otros pacientes que pueden ser tratados con medicamentos que previenen el desarrollo de las arritmias que producen muerte súbita. En estos casos, no se requiere el implante de un CDI, a menos que no haya respuesta a los fármacos o aparezcan indicadores que predigan mayor riesgo de muerte súbita. Finalmente, cuando el problema es un paro cardiaco por pulso muy lento o bloqueo cardiaco, el tratamiento es el implante de un marcapasos definitivo.