Estaba dibujando, cuando de repente apretó el lápiz y fijo la mirada en un punto lejano. Ahí estuvo suspendido por al menos un minuto hasta que reaccionó, como si hubiera despertado de un profundo y agotador sueño. Así recuerda María Naranjo la primera crisis de epilepsia de su hijo, Miguel Núñez, cuando él tenía solo siete años. Ese día comenzó una historia que se extendería por casi tres décadas y que gracias a la cirugía de epilepsia ya se está cerrando.
Estaba dibujando, cuando de repente apretó el lápiz y fijo la mirada en un punto lejano. Ahí estuvo suspendido por al menos un minuto hasta que reaccionó, como si hubiera despertado de un profundo y agotador sueño. Así recuerda María Naranjo la primera crisis de epilepsia de su hijo, Miguel Núñez, cuando él tenía solo siete años. Ese día comenzó una historia que se extendería por casi tres décadas y que gracias a la cirugía de epilepsia ya se está cerrando.
“Desde niño he tomado diferentes medicamentos para manejar mi enfermedad. Los primeros años funcionaron bien, incluso terminé el colegio y entré a estudiar administración, pero en 2005 las crisis aumentaron, me daban todos los días, a veces hasta cuatro diarias. Los remedios ya no hacían efecto; tuve que dejar los estudios”, cuenta este antofagastino de 37 años.
Miguel sufría de epilepsia refractaria, condición en la que el paciente continúa presentando crisis epilépticas frecuentes pese a tener un tratamiento farmacológico bien llevado, incluso con múltiples medicamentos.
“Como no pude seguir estudiando, empecé a trabajar, pero al darse cuenta de mi enfermedad me despedían. Yo trataba de ocultarlo y cuando sentía que venía una crisis –sensación de escalofríos– me escondía y esperaba que se me pasara para volver a mi puesto, porque no quería que me discriminaran. Perdí como cinco trabajos por esa causa”, cuenta Miguel.
La doctora Ada Chicharro, neuróloga de Clínica Alemana y médico tratante, explica que estos pacientes suelen sufrir invalidez socio-laboral, porque dependen de terceros para realizar muchas de las actividades diarias. Además, tienen daño de memoria de forma progresiva y es una enfermedad que se asocia con alta comorbilidad psiquiátrica, principalmente depresión y trastornos de ansiedad. “Por este motivo es muy importante que sean derivados precozmente para un tratamiento oportuno”, agrega.
Durante años, Miguel y su madre acudieron a distintos especialistas para ver si existía algún tratamiento que pudiera curarlo. Finalmente, el año pasado lo derivaron donde la doctora Chicharro, quien en conjunto con el equipo del Centro de Epilepsia de Clínica Alemana evaluó el caso. Luego de someterlo a diversos estudios le dieron la noticia que tanto había esperado: podía operarse con altas probabilidades de terminar con las crisis.
Cirugía: una nueva oportunidad
La epilepsia es un trastorno neurológico crónico que afecta a alrededor de 50 millones de personas en el mundo, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud. El 70% de ellas, logra manejar la enfermedad con fármacos, mientras que el resto continúa con crisis, a pesar de estar con tratamiento farmacológico. “Ese 30% es el que debiera ser estudiado para ver si es candidato a la cirugía”, aclara la doctora Chicharro.
En Clínica Alemana, la persona es evaluada por un equipo multidisplinario integrado por neurólogo, neuropsicólogo, psiquiatra y neurocirujano, quienes posteriormente deciden si es aconsejable la intervención. En el caso de Miguel, el área afectada era el lóbulo temporal, lo que se asocia a mayor éxito quirúrgico.
El doctor Hernán Acevedo, neurocirujano especialista en cirugía de epilepsia, explica que los resultados de los estudios mostraron que existía un 80% de probabilidades de que quedara libre de crisis. Se determinó que estas se originaban en un área específica del cerebro, y que ese sitio no era clave para funciones superiores, por lo que era un excelente candidato para la operación.
La cirugía consiste en realizar la resección del tejido cerebral afectado a través de una microcirugía, procedimiento que dura entre cuatro a cinco horas. Después de la intervención, los pacientes deben continuar con el apoyo de fármacos antiepiléticos por lo menos durante un año y luego, según la evolución, se programa una eventual reducción de estos.
En el caso de Miguel, la cirugía fue todo un éxito. “Antes no podía salir solo, andaba asustado. Ahora es diferente, puedo salir, ya he ido a la playa y tengo planes, como volver a estudiar, retomar mi carrera de administración. Ya no tengo crisis, la vida me ha cambiado 100%”.