No tratarla puede llevar a la luxación de la cadera, lo que provoca cojera y, con los años, puede producir artrosis .
No es raro ver a recién nacidos usando doble pañal o con un arnés que les mantiene las piernas flectadas. Ambos casos corresponden a tratamientos para la displasia de cadera, enfermedad en que se produce una alteración del desarrollo de esta articulación.
La cadera está formada por la cabeza del fémur (con forma de bola) y un receptáculo que la acoge, llamado acetábulo. Si este último tiene poca profundidad y está en mala posición, no va a cubrir bien la cabeza del fémur. Además, si esta condición se mantiene hacia el término del primer año de vida del niño, al momento de caminar, el fémur se puede salir. Así, se tiene una luxación de la cadera, lo que condiciona una marcha con cojera y una solución más compleja.
“Las causas son múltiples y pueden ser genéticas o hereditarias, de gestación o del desarrollo intrauterino, pero finalmente el problema se centra en el pobre desarrollo del acetábulo que debe cobijar a la cabeza del fémur”, explica el doctor Enrique Testart, traumatólogo infantil de Clínica Alemana.
El especialista agrega que se estima que entre el 0,1 al 3% de la población presenta displasia de caderas. Esta proporción también se aplica para Chile, lo que significa que nacen con esta condición ente 400 y 450 niños por año, considerando 240 mil nacimientos anuales, aproximadamente. Además, se da más en mujeres.
La importancia de pesquisarla a tiempo
Este problema debe ser detectado, al menos, en los primeros tres meses de vida. Para esto, el primer estudio es el examen clínico, con el que se identifica la presencia de signos de una cadera que se luxa (Barlow) o que se reduce o encaja (Ortolani).
El segundo análisis es con radiografía de pelvis al tercer mes. También puede realizarse una ecotomografía de caderas en cualquiera de las etapas, pero debe ser hecha por un ecografista entrenado en caderas.
Si es detectada antes de los seis meses de vida, debe iniciarse un tratamiento ortopédico. “De preferencia, instalamos un arnés de Pavlick, que es el método que ha obtenido los mejores resultados y consiste en un sistema de correas que mantiene en flexión la articulación de la cadera, sosteniendo la cabeza del fémur al fondo del acetábulo. Esto permite que el propio crecimiento del niño corrija el déficit de apoyo o techo”, dice el especialista.
Agrega que el tratamiento ortopédico es muy eficaz cuando se realiza en los primeros meses de vida y va perdiendo utilidad cuando el diagnóstico es más tardío, por esto, el 100% de los niños con displasia debiera ser corregido antes del año de vida y tener una marcha sin cojera. Después, los tratamientos tienen menor tasa de éxito. Asimismo, si un niño no es tratado, la consecuencia es la luxación de la cadera, lo que provoca cojera, y a su vez, un desgaste temprano de la articulación y, por lo tanto, artrosis.