Hasta hace pocas décadas, comer en familia era parte de la rutina diaria. A la hora de almorzar o cenar, cada integrante dejaba lo que estaba haciendo y se sentaba alrededor de la mesa, donde no solo disfrutaba de los alimentos sino que, además, conversaba con el resto sobre el tema del día y se ponía al corriente de lo que pasaba en la vida de cada uno.
En los últimos años, esta costumbre se ha ido perdiendo. Los horarios laborales y las actividades extraprogramáticas han hecho que cada vez sea más difícil que los miembros de la familia coincidan en tiempo y lugar para comer juntos.
La doctora Ana Marina Briceño, psiquiatra infanto juvenil de Clínica Alemana, sostiene que a lo anterior se suma el desconocimiento de la importancia de este hábito en el desarrollo de los hijos. 'Se ha demostrado que comer en familia, al menos cinco veces a la semana, disminuye los riesgos de depresión en adolescentes; de obesidad, anorexia y otros trastornos alimentarios, y de consumo de alcohol y drogas', afirma.
Efectivamente, de acuerdo a un estudio publicado hace poco en la revista American Journal Pediatrics, en las familias que comen juntas, los niños tienen 35% menos de posibilidades de desarrollar trastornos alimentarios. Además, son 24% más propensos a comer sano y tienen 12% menos de posibilidades de ser obesos.
Además -agrega la psiquiatra- este espacio es el lugar donde los niños aprenden la mayor parte de su vocabulario, se les enseña la importancia de una alimentación saludable y se les transmiten costumbres familiares, lo que lo convierte en una de las formas más potentes de socialización.
'Considerando todos sus beneficios, deberíamos ser capaces de arreglar los horarios o buscar diferentes alternativas para reunirnos alrededor de la mesa, como desayunar en familia o hacer la cena una vez a la semana con un tío o abuelo, por ejemplo', aconseja la especialista.
Para alcanzar este objetivo, es clave que los adultos estén motivados y convencidos de su importancia. Lo ideal es empezar cuando los niños son pequeños, desde que se sientan a la mesa. Sin embargo, aclara la psiquiatra que si esto no se ha hecho, nunca es tarde, todo avance en este sentido es positivo.
'Si bien el estilo de vida actual muchas veces atenta contra las costumbres familiares, finalmente lo que se prioriza es decisión de cada padre. Lo importante es tener presente que la comida familiar se podría considerar una de las 'vacunas' que es posible entregar a los hijos para cuidar su salud mental', asegura.
CONSEJOS PARA COMER EN FAMILIA:
- Tener claro que es un hábito positivo independiente del momento, es decir, no se debe esperar que todos se comporten como una familia perfecta, menos cuando esta rutina se inicia con niños más grandes.
- No rendirse, aunque resulte más cómodo y agradable comer por separado en bandejas.
- Intentar que ese momento en familia sea agradable, por ejemplo, si es necesario corregir a algún niño, hay que hacerlo enseñándole y no retándolo.
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Si no hay temas contingentes, contar historias familiares puede ser un excelente motivo de conversación.
- Agradecer los alimentos y las cosas buenas que han ocurrido, ya sea con oraciones, rezos o brindis, según las creencias familiares. Esto genera en los niños la costumbre de agradecer, lo que se sabe que aumenta la felicidad.