Luego de más de diez cirugías y un intenso proceso de rehabilitación, esta joven de 17 años hoy ve la vida de una nueva forma.
Era su tercera clase de escalada y estaba contenta porque, después de tanto esfuerzo, por fin había alcanzado la parte más alta del muro, cuando de pronto sintió que bajaba a gran velocidad, en caída libre. “Se paró el tiempo, se me vinieron mil cosas a la mente y entonces vi que iba a golpearme contra el piso, así que empecé a pensar en una posición para no pegarme en la cabeza y caí de costado. Una vez en el suelo, solo recuerdo la cara de impacto de quienes estaban ahí, el dolor y la sangre en mi boca”, cuenta Elisa Honorato, estudiante de tercero medio, quien en noviembre de 2015 cayó de 15 metros de altura, en un accidente que la tuvo al borde de la muerte.
Cuando llegó al Servicio de Urgencia de Clínica Alemana -donde tiene el convenio catastrófico y el de Accidentes- aún estaba consciente. Le realizaron varios exámenes, entre ellos radiografías y un escáner de cuerpo completo, que revelaron un panorama poco alentador. Elisa tenía múltiples lesiones que incluían un traumatismo encéfalo craneano (TEC) cerrado, además de fracturas en la mandíbula y en diversas estructuras del lado derecho, como codo, muñeca, cadera, pelvis, fémur y pie.
El doctor Javier del Río, traumatólogo de la Unidad de Cadera y Pelvis de esta institución, afirma que “ella llegó despierta, pero fue perdiendo la conciencia de a poco. Le vino una fuerte baja de presión y pensamos que no resistiría, estuvo a minutos de morirse”. Sin embargo, gracias al trabajo de todo el equipo de Urgencia, fue posible estabilizarla e iniciar los primeros tratamientos, como un procedimiento de radiología intervencional para prevenir la migración de coágulos o trombos hacia el corazón y los pulmones. Además, se le realizó una cirugía de control de daño, instalándole fijadores externos en las zonas más afectadas para estabilizar las lesiones más graves.
Trabajo en equipo
Luego del accidente, Elisa estuvo cinco días con respirador y en coma inducido en la Unidad de Cuidados Intensivos de Clínica Alemana, a la que siguieron tres semanas más de hospitalización.
Durante este período, fue sometida a más de diez cirugías. “Una de las fracturas más complicadas fue la de pelvis, la que operamos a los dos días, luego se intervino el fémur y cadera y después vinieron las otras operaciones que finalizaron con el tratamiento máxilo facial, donde además se debieron poner todos los dientes que perdió con el golpe”, explica el especialista.
Hoy, Elisa tiene una prótesis de codo, un clavo endomedular en el fémur, además de varios implantes de titanio y de acero inoxidable en la cadera, pelvis, pie derecho y mandíbula.
Una vez dada de alta, fueron necesarios más de cinco meses de rehabilitación kinesiológica para volver a caminar. La clave del éxito de cada tratamiento fue la posibilidad de contar con los avances médicos y la experiencia de un equipo multidisciplinario que trabajó de forma coordinada para que esta joven, que es la menor de siete hermanos, tuviera la oportunidad de seguir creciendo, terminar el colegio, planear un futuro y aprovechar cada nuevo momento con sus seres queridos. “Todo fue tan intenso que me siento otra persona, creo que maduré y aprendí a sacar lo esencial de cada cosa”, dice ella.
Su mamá, Blanca Lira, recuerda este periodo como difícil, pero a la vez muy esperanzador. “Es increíble todo el cariño que recibimos. Hoy siento una gran gratitud a Dios y hacia las personas que nos apoyaron, familia, amigos, médicos y personal de la clínica en general, porque fueron excepcionales profesional y humanamente. Fuimos afortunados de caer en las manos correctas.
Realmente, todo se conjugó para que mi hija se salvara y se recuperara de forma tan rápida. Lo que vivimos hizo que, como familia, nos diéramos cuenta del real sentido de la vida. Hoy solo damos gracias”.