En su recuperación fueron fundamentales el soporte tecnológico adecuado, el uso del plasma inmune y el trabajo de un equipo experto.
“Por trabajo, estaba de viaje en Estados Unidos cuando comencé a sentirme mal. Lo atribuí al aire acondicionado y a los típicos cambios de temperatura, por lo tanto, no le di mayor importancia”. Así recuerda Eduardo Morel, ingeniero de 41 años y padre de cuatro hijos, las primeras manifestaciones del virus hanta que lo tuvo al borde de la muerte.
Una vez de regreso en Chile, el 23 de octubre de 2013, los síntomas empeoraron, por lo que acudió al Servicio de Urgencia General de Clínica Alemana, donde le realizaron varios exámenes. Estos arrojaron que su corazón y pulmones estaban comenzando a desarrollar una insuficiencia severa.
Al respecto, el doctor Jerónimo Graf, médico intensivista que lo recibió en la Unidad de Cuidados Intensivos de Clínica Alemana, explica que “Eduardo llegó con fiebre alta, cefalea, decaimiento intenso, dolor abdominal, vómitos y diarrea.
Tenía taquicardia además de estar deshidratado y polipneico, es decir, respirando de forma profunda, como si hubiese realizado un ejercicio intenso, pero en reposo”.
Agrega que luego de una serie de exámenes y de administrar una cantidad moderada de fluidos intravenosos (sueros) para tratar la deshidratación, presentó signos clínicos y radiológicos de edema pulmonar –inundación del pulmón por líquido– asociada a deterioro de la oxigenación, lo que no es habitual en alguien joven sin antecedentes de patología cardiaca. Todo esto sugería fuertemente la presencia de un síndrome cardiopulmonar por hantavirus.
Soporte tecnológico para salvar vidas
Si bien Eduardo fue conectado a ventilador mecánico inmediatamente, su estado iba en progresivo deterioro, por lo tanto, sus sistemas circulatorio y respiratorio podían fallar en cualquier momento. Su señora, Bernardita Valverde, recuerda que los médicos le explicaron que la situación era crítica y que debían conectarlo a ECMO (membrana de oxigenación extracorpórea) para asumir temporalmente la función de su corazón y pulmones, mientras el virus evolucionaba, sin embargo, esta intervención era complicada”. De acuerdo al doctor Graf, sin un soporte adicional oportuno, este grupo de pacientes tiene una mortalidad de 100%. Por eso, la única alternativa en este caso era el ECMO, que consiste en un sistema de asistencia artificial que reemplaza parcial o totalmente al corazón y al pulmón, de forma simultánea, extrayendo la sangre del cuerpo y devolviéndola oxigenada.
“Con esta tecnología, hemos podido tratar casos graves de síndrome cardiopulmonar por hantavirus, aquellos que tenían el peor pronóstico vital, con una sobrevida del 75%, lo que es muy bueno considerando que la serie más grande reportada a nivel mundial en estos casos, utilizando ECMO, presenta una sobrevida de 67%”, afirma el especialista.
Plasma inmune para combatir el hanta
Hoy, las personas afectadas por el virus hanta tienen una nueva alternativa de tratamiento, gracias a un plasma inmune desarrollado en forma pionera, desde 2008, por un equipo de especialistas de Clínica Alemana y la Universidad del Desarrollo. Este suero se elabora con el plasma de quienes han sobrevivido a esta enfermedad, el que se administra a los pacientes para transferirles anticuerpos que controlen la multiplicación del virus y neutralicen sus efectos en el organismo.
El doctor Pablo Vial, infectólogo de Clínica Alemana, precisa que esta terapia ya ha sido aplicada en más de 50 personas con muy buenos resultados, sin embargo, aclara que aún es experimental y no es efectiva en todos los casos, ya que si la enfermedad está muy avanzada y existe insuficiencia respiratoria y shock, el plasma tiene menos probabilidades de ser exitoso. Por eso el diagnóstico precoz es muy importante.
En el caso de Eduardo, se decidió utilizar el suero, a pesar de su crítico estado y, luego de diez días en coma, él despertó. “Yo no me acuerdo de nada, no sufrí la enfermedad, pero mi familia lo pasó mal. Sin embargo, todo se conjugó para que me salvara”.
Fue dado de alta el 24 de diciembre, sin embargo, su recuperación no terminó ahí porque debió iniciar un lento proceso de rehabilitación kinésica y con terapeuta ocupacional por un año, en el que aprendió nuevamente a comer, caminar, entre otras actividades cotidianas.
Respecto al lugar donde contrajo el virus, aún es un misterio. Si bien se hizo una exhaustiva revisión de los sitios que había visitado los días previos a la enfermedad, no fue posible determinar el lugar exacto.