La rápida acción en rescate del Centro de Atención Médica en Maitencillo y traslado en helicóptero a Clínica Alemana permitió salvar su bazo.
“Fuimos a arrendar caballos con mi papá y mi hermano. Estábamos subiendo la montaña, cuando a mi papá se le voló el gorro”, recuerda Pablo Ovalle, de nueve años. Era un paseo familiar habitual durante las vacaciones, pero esta vez había mucho viento, lo que asustó a los animales, que comenzaron a corcovear.
Hace un año, en los cerros de Cachagua, Pablo intentaba aferrarse a la montura sin éxito. “Me caí y me pisó el caballo en la guata. Eso duele mucho”, dice.
Su padre lo trasladó al Centro de Atención Médica de Clínica Alemana en Maitencillo. A partir de ese minuto, todo se desencadenó rápidamente.
El doctor Guillermo Correia, jefe del Departamento de Urgencia Escolar de Clínica Alemana, elogia la actitud, ya que es importante reaccionar a tiempo en estos casos, porque un accidente de este tipo puede producir una lesión en los órganos internos de la cavidad abdominal, como el hígado o el bazo, lo que podría implicar una hemorragia interna.
Los primeros exámenes mostraron indicios en ese sentido, por eso se decidió trasladarlo por aire a Clínica Alemana de Santiago.
“Es como si te hubiese pasado algo bien grave”, cuenta el niño, que asegura estaba algo asustado, mientras era trasladado en helicóptero a la capital.
En Santiago, el doctor Patricio Herrera, cirujano infantil de Clínica Alemana, lo esperaba junto al equipo médico en el helipuerto. “Me informaron que venía un paciente con trauma abdominal complicado”, relata.
Lo primero fue hacer un scanner y analizar el caso. El examen mostró una lesión grave en el bazo, pero afortunadamente el sangrado había parado. Pablo tenía que permanecer en reposo estricto, internado en la UCI Pediátrica. Su madre, María Pía Gana, narra que en ese momento se dio cuenta de que la situación era grave, pero como ya estaba en la Clínica, se sintió más tranquila.
En estos casos, es muy importante vigilar al paciente, ya que sin un buen diagnóstico, el sangrado puede ocurrir incluso varios días después del accidente. Lo importante en ese momento -les indicó el cirujano- era cuidar el coágulo para que el bazo cicatrizara solo. Pablo debía guardar un reposo que lo obligó a permanecer acostado incluso para comer. Primero estuvo dos semanas en la Clínica y luego otros 15 días en su casa. Toda una proeza para un niño y su familia, pero valió la pena. No volvió a sangrar y no fue necesario someterlo a cirugía.
“En estos casos, cuando el paciente se opera -explica el doctor Herrera-, en general, termina con una resección del bazo, es decir, lo pierde, y vivir sin este órgano implica que queda más vulnerable ante futuros cuadros infecciosos. Gracias al tratamiento oportuno, la recuperación del hijo menor de la familia fue óptima. Este año, volvió a la playa, aunque dice no tener interés en volver a subirse a un caballo, al menos por ahora.