En la actualidad una de las mayores amenazas sanitarias es la resistencia al medicamento generado por la automedicación.
Los antibióticos son medicamentos utilizados para la prevención y el tratamiento de infecciones bacterianas, y por décadas han sido muy útiles en la medicina. Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud, OMS, en la actualidad una de las mayores amenazas sanitarias es la resistencia a ellos, fenómeno evolutivo natural que se produce cuando los microorganismos mutan en respuesta al uso de estos fármacos.
El doctor Jaime Rodríguez, infectólogo de Clínica Alemana asegura que en los últimos diez años, este fenómeno ha aumentado y se ha convertido en un problema cada vez más preocupante y prioridad a nivel mundial en atención de salud . Se ha ido creando conciencia de la resistencia bacteriana a los antibióticos, pero desgraciadamente no la suficiente como para lograr un cambio de conducta.
¿Qué son los antibióticos?
Los antibióticos son medicamentos potentes que combaten las infecciones bacterianas. Actúan matando las bacterias o impidiendo que se reproduzcan. Después de tomar los antibióticos, las defensas naturales del cuerpo son suficientes.
¿Por qué se produce la resistencia?
Si un virus (y no una bacteria) es la causa de una enfermedad, tomar antibióticos puede provocar más daños que beneficios. Los resfríos, gripe, la mayoría de las causas de tos y bronquitis y dolores de garganta son causados por un virus. Usar antibióticos cuando no se necesita puede causar una resistencia a éstos. Ello sucede cuando la bacteria cambia y puede resistir los efectos de los antibióticos.
Si se dejan de tomar los antibióticos antes de lo recomendado por el médico, algunas bacterias pueden sobrevivir en el organismo y reinfectarlo. Al tomar antibióticos, se deben seguir las indicaciones aunque se sienta una mejoría. Este tipo de medicamento no se guarda para una próxima vez ni se debe adquirir con receta de otra persona.
También hay que considerar que existen muchos mecanismos de resistencia que van desarrollando las bacterias al ser expuestas al uso de antibióticos. Algunos de estos componentes son transferibles entre microorganismos del mismo tipo, o incluso distintos, por lo que el problema se va expandiendo fácilmente.
Lo más importante es tomar conciencia del uso racional de antibióticos y utilizarlos solo cuando sea necesario. Además, la identificación precoz de las bacterias resistentes en los pacientes permite tomar las medidas de aislamiento que logran impedir la transmisión al ambiente o a otros pacientes.
Penicilina, el antibiótico de excelencia
Actualmente, la penicilina sigue siendo uno de los principales antibióticos y uno de los de mayor uso en el manejo de pacientes ambulatorios. Aún es la primera elección para tratar una serie de infecciones como las estreptocócicas, entre las que se encuentran la faringoamigdalitis, erisipela y la fasceitis necrotizante, más conocida como la bacteria asesina. Con este antibiótico también se trata la sífilis en todas sus formas de presentación y las infecciones de las válvulas del corazón llamadas endocarditis. En las infecciones respiratorias también ocupa un lugar importante, como la sinusitis y la otitis.
Con el tiempo han surgido también una serie de fármacos derivados de la penicilina que amplían el espectro de acción a otros microorganismos. Los más conocidos son la ampicilina y amoxicilina (aminopenicilinos), que se usan principalmente en infecciones respiratorias, como bronquitis y neumonías, especialmente en niños. Otros derivados son las ureidopenicilinas (piperacilina) y la carboxipenicilinas (ticarcilina) que amplían el espectro hacia bacterias que son tradicionalmente muy resistentes, por ejemplo, las pseudomonas.
Todos estos derivados de la penicilina, tras su modificación química, se usan asociadas a inhibidores de betalactamasa y son usados para infecciones más graves, como las intrahospitalarias y/o polimicobianas.
Efectos secundarios de la penicilina
En cuanto a los efectos secundarios de la penicilina éstos son muy pocos: uno de los más frecuentes es la hipersensibilidad o la alergia a este medicamento, que afecta a entre un 4 y 10% de los pacientes. También puede causar nefritis intersticial, diarrea y, a dosis altas, es posible que provoque convulsiones, pero estos efectos son poco significativos, ya que es un antibiótico con un alto margen de seguridad, porque actúa en estructuras de las bacterias que no están presentes en la célula humana'.
Salvo el antecedente de alergia a la penicilina, no existe prácticamente ninguna otra contraindicación para ser tratado con este antibiótico: se puede usar a cualquier edad y en enfermos crónicos de todo tipo, como diabéticos, hipertensos o con insuficiencia renal.
¿Cómo saber si soy alérgico a la penicilina?
Cerca del 90 por ciento de las personas que creen ser alérgica a la penicilina no lo son realmente. El no poder acceder al antibiótico de primera línea para las distintas infecciones bacterianas no sólo afecta la efectividad del tratamiento, sino que hace que el paciente deba recurrir a medicamentos más costosos y de un espectro más amplio (destruyen una amplia variedad de bacterias, más de las necesarias para esa infección). Los antibióticos de amplio espectro debieran reservarse para cuando son estrictamente necesarios ya que su uso indebido contribuye a la generación de resistencia de bacterias a los antibióticos.
Para que un paciente deje de ser catalogado de alérgico a la penicilina, si es que realmente no lo es, es necesario someterse a un estudio alergológico, que tiene varias aristas: desde el simple interrogatorio clínico, hasta la realización de test cutáneos y pruebas de provocación (administrar el medicamento de manera controlada bajo la supervisión de un médico), lo que debe ser determinado por un médico especialista en Inmunología.