La llegada del Covid-19 a Chile vino acompañada de un aumento del estrés en gran parte de la población, lo que podría, entre otras cosas, causar un considerable aumento de peso.
La llegada del Covid-19 a Chile vino acompañada de un aumento del estrés en gran parte de la población. Según Jaime Silva, psicólogo especialista en conducta alimenticia de Clínica Alemana, el estrés en nuestro cuerpo puede evidenciarse a través de aspectos fisiológicos, subjetivos y expresivos o conductuales; los que se ven evidenciados a través de factores neurohormonales, ansiedad e hiperactividad, entre otros.
Según explica el especialista, esta respuesta en sí misma no es problemática, sin embargo, reconoce que existen dos escenarios comunes donde podría tener consecuencias negativas a las personas.
En primer lugar, personas que, por factores congénitos, por su historia personal o por ambos antecedentes, presentan una reactivada exacerbada al estrés. En estos casos, los pacientes experimentarían intensamente las respuestas al estrés, frente a situaciones que otros considerarían simples o poco relevantes, dando origen a diversos síntomas posteriores entre los que se puede encontrar, entre muchos otros:
- Ansiedad
- Depresión
- Conductas alimentarias problemáticas
“En segundo lugar, cuando las condiciones, contextos o situaciones que gatillan la respuesta al estrés de un individuo se prolonga en el tiempo, tal como es el caso actual de la pandemia, la respuesta sostenida al estrés puede dar origen a una serie de desbalances psicobiológicos. El estrés crónico, por tanto, puede fácilmente transformarse en lo que se ha denominado estrés tóxico, en el sentido que son condiciones que de alguna forma ‘enferman’ a las personas”, explica el psicólogo.
Ansiedad, comida y cuarentena
“La ansiedad es una emoción que suele desencadenar, entre otras cosas, voracidad por carbohidratos. Sabemos que la anticipación de situaciones del futuro que se perciben como inciertas, adversas, peligrosas o complejas; activan una respuesta emocional que llamamos ansiedad”, revela el experto.
En este contexto, agrega que muchas personas desarrollan conductas alimentarias problemáticas a lo largo de su vida frente a cambios emocionales asociados a la ansiedad, lo que se denomina comer por estrés. Esto se presenta como una manera de lidiar con esos sentimientos de ansiedad, a través de un mecanismo de regulación que se ha denominado enmascaramiento. Más aún, las personas lidian con la ansiedad a través de un patrón llamado dietante crónico, que implica ciclos recurrentes de restricción-sobrealimentación, los cuales le ayudan a la persona a disminuir la ansiedad asociada a la situación estresante, enmascarándola como ansiedad por romper la dieta o por la imagen personal (por ejemplo “tener sobrepeso”).
“También se puede desencadenar voracidad por comer como un mecanismo asociado a otras experiencias emocionales o contextuales, como por ejemplo comer por aburrimiento o hábitos familiares”, sostiene.
Según la Encuesta de Consumo de alimentos y ansiedad durante la cuarentena por Covid-19 en Iberoamérica, se registró que un 44% de los chilenos aumentó de peso y, conforme con el especialista de Clínica Alemana, las causas podrían tener diversos orígenes.
“Estos van desde la inactividad, al comer como forma de entretenimiento y, por supuesto, al comer por estrés, y otros factores contextuales. Lo importante en cada caso es saber identificar cuál de estos factores es el más relevante y el que es necesario modificar”, comenta y asegura que en la mayor parte de los casos, se da una combinación de problemas que requieren un manejo interdisciplinario, incluyendo evaluaciones:
- Médicas
- Kinesiológicas
- Nutricionales
- Psicológicas
En la misma línea, el especialista entrega una serie de recomendaciones diarias que podemos practicar para disminuir el estrés que en gran medida está aumentando el peso de la población.
“Es sabido que el estrés, como experiencia subjetiva, disminuye cuando las personas promueven un bienestar psicológico integral en sus vidas. Lograr esto involucra:
- Tener buenas relaciones interpersonales
- Ser capaces de disfrutar de momentos simples en el día a día
- Tener propósitos de largo plazo
- Cultivar la capacidad de auto-observación.
Los estudios científicos de largo plazo han demostrado que el estrés se maneja de mejor manera con estilos de vida integrales, más que con técnicas específicas en situaciones específicas. Esto último puede ayudar en un momento dado, por ejemplo, mediante técnicas que se desarrollan en un contexto de manejo terapéutico, pero no son soluciones de largo plazo. Para esto se requiere, como mencioné, el desarrollo de perspectivas y estilos de vida saludables”, finaliza.