Además, quedan con una superficie perfectamente pulida, lo que facilita la higiene dental y dificulta el depósito de placa bacteriana. Esto favorece la salud de las encías.
De esta forma, la nueva pieza pasa a ser cosmética y funcionalmente un diente más del paciente, quien puede comer y hablar con normalidad, aunque siempre con la precaución de evitar morder cosas excesivamente duras con los dientes tratados.
La experiencia ha demostrado que los resultados se mantienen por varios años, dependiendo del cuidado que se tenga.
Las primeras carillas de porcelana o cerámica surgieron en los años 20, como respuesta a los requerimientos de famosas figuras del cine que deseaban cautivar a su público con una sonrisa perfecta.
Si bien al comienzo no eran permanentes y sólo podían llevarse mientras se filmaba una escena, con el tiempo la técnica se ha ido perfeccionando y hoy es posible adherirlas en forma definitiva.
Los principales avances que han hecho posible su desarrollo son la posibilidad de grabar la cara interna de la carilla con un ácido y la utilización de cementos especiales que se adhieren al esmalte pulido.
El odontólogo de Clínica Alemana Iván Urzúa, explica que esta técnica se utiliza generalmente en los dientes anteriores para corregir la pérdida de sustancia coronaria por caries o fractura, y para realizar modificaciones del color, forma y textura dental.
También se ocupa para cerrar pequeños espacios entre los dientes (diastemas) y solucionar problemas leves de alineamiento o malposiciones dentarias. Sin embargo, es importante destacar que no pueden utilizarse cuando hay muy poco remanente de diente sano o la mordida es muy cerrada.
Las carillas son láminas de porcelana u otro material, como por ejemplo composite, que se adosan a la parte frontal de la pieza dental. Para realizar el tratamiento se requieren, generalmente, no más de dos sesiones.
Primero, el odontólogo desgasta el diente entre 0,5 y 1,5 mm., para después hacer un molde de éste, el que es enviado al laboratorio dental para la elaboración de la lámina de cerámica. Una vez lista, el especialista la prueba adhiriéndola con agua a la pieza dental que se va a restaurar, para verificar que sea del tamaño y color adecuados.
Si corresponde a los requerimientos, el diente se limpia con químicos especiales y se aplica el cemento y la carilla. Luego se produce una reacción que endurece el pegamento y la lámina de porcelana queda unida al diente. Todo esto se efectúa con anestesia local.
'Una ventaja importante de las carillas es que con un procedimiento simple y un desgaste mínimo del diente, se puede conseguir un alto resultado estético', afirma el odontólogo.
Además, quedan con una superficie perfectamente pulida, lo que facilita la higiene dental y dificulta el depósito de placa bacteriana. Esto favorece la salud de las encías.
De esta forma, la nueva pieza pasa a ser cosmética y funcionalmente un diente más del paciente, quien puede comer y hablar con normalidad, aunque siempre con la precaución de evitar morder cosas excesivamente duras con los dientes tratados.
La experiencia ha demostrado que los resultados se mantienen por varios años, dependiendo del cuidado que se tenga.