La placenta es el órgano intermediario entre la madre y el feto, que se adhiere a la superficie interior del útero y que, entre otras cosas, es la encargada de proporcionar nutrientes y oxígeno al bebé a través del cordón umbilical. Este tejido con forma de disco -que puede pesar hasta 500 gramos-, suele ser expulsado luego del nacimiento del bebé.
Normalmente, la placenta se ubica en el área superior del útero, sin embargo, hay casos en que se implanta y desarrolla en la parte baja, cubriendo parcial o totalmente el orificio cervical interno, es decir, el agujero de salida del útero hacia el canal del parto. En estos casos se habla de placenta previa.
Actualmente, la ubicación de la placenta se determina a través del ultrasonido diagnóstico prenatal, examen conocido como ecografía obstetricia que se efectúa en forma rutinaria durante el control del embarazo.
Aunque no se sabe con exactitud por qué se produce esta anomalía, se ha visto que la mayoría de las mujeres afectadas tiene ciertas condiciones que predisponen a la ubicación anómala de la placenta. Algunos de los factores a los que se asocia son cicatrices en el endometrio, multiparidad, edad sobre 35 años, y antecedentes de placenta previa, cesárea, miomas uterinos o extracción de éstos (miomectomía). También favorecen el desarrollo de esta patología, situaciones que determinan un aumento del tamaño de la masa placentaria, como ocurre en el embarazo gemelar, la residencia en altura, feto de sexo masculino y el tabaquismo.
En casos de cesárea, es importante tener presente que la cicatriz producida por este procedimiento quirúrgico incrementa el riesgo de acretismo placentario, enfermedad que se caracteriza porque el tejido placentario invade la pared del útero, lo que aumenta el riesgo de hemorragia postparto. Esto cobra mayor importancia en la actualidad, dado que en los últimos años se ha producido un aumento progresivo de cesáreas.
El doctor Julio Astudillo, médico jefe de la Unidad de Medicina Materno Fetal de Clínica Alemana, sostiene que la incidencia de esta patología es de alrededor del 0.5% de los partos. Sin embargo, aclara que en la ecografía
del segundo trimestre se observan placentas en cerca del 6% de los embarazos, pero en el 90% de ellos finalmente se desplaza para reubicarse en una posición normal. Por eso, durante la primera mitad del embarazo, esta anomalía debe
ser controlada hasta lograr determinar la posición definitiva de la placenta.