La modernidad, el sedentarismo y una mala alimentación son algunos de los factores que posiblemente desencadenan un mal muy frecuente en la actualidad: el Síndrome Metabólico. Este se presenta en personas con una predisposición endógena, determinada genéticamente y condicionada por factores ambientales.
Estos casos se repiten con frecuencia en muchas familias. Sin embargo, no todos están al tanto de los síntomas ni consultan a un especialista, por lo que esta alteración pasa desapercibida, y puede provocar daños irreversibles.
La doctora Jennifer Humphreys, nutrióloga de Clínica Alemana, explica en qué consiste este síndrome, cuáles son los principales síntomas y cómo prevenirlo.
Corresponde a un conjunto de patologías que, unidas, pueden causar más daño que si se manifestaran en forma individual. Ellas son diabetes, alteración del perfil lipídico (dislipidemia), presión arterial elevada, insulinorresistencia y, a la vez, obesidad (índice de masa corporal (IMC) alto), que por si sola ya es un componente de alteración. Con tres de los factores anteriormente descritos, ya se puede diagnosticar el síndrome.
Existen evidencias que demuestran mayor probabilidad de desarrollar diabetes mellitus en los pacientes que presentan este síndrome. Asimismo, se ha comprobado una mayor asociación con la cardiopatía isquémica y la progresión de la enfermedad cardiovascular.
Una de las principales, es que se elevan los niveles de glucosa (ya sea en ayunas, sobre 100 mg/dl o después de las comidas), obesidad abdominal (perímetro de cintura mayor a 102 cm. en hombres, y de 88 cm. en mujeres), hipertensión arterial, elevación de los triglicéridos (mayor de 150 mg/dl.) y reducción del colesterol HDL (el bueno).
Básicamente, el Síndrome Metabólico es una enfermedad que se define por la presencia de ciertos factores de riesgo cardiovascular.
Existen dos factores que contribuyen en el desarrollo de una enfermedad metabólica: el genético, ya que evidentemente hay grupos familiares con antecedentes de diabetes o resistencia a la insulina. A esto se suma la ausencia de actividad física y los malos hábitos alimenticios.
Esto se da más en mujeres, ya que los hombres tienen más testosterona, lo que ayuda a mantener la masa muscular y a disminuir los niveles de grasa.
Por supuesto. Para esto se deben eliminar de la dieta las comidas con exceso de calorías. Por ejemplo, en mi experiencia en consulta, del 100% de los pacientes, el 80% tiene hiperinsulinemia y el 5% diabetes. Para evitar esta pandemia se requiere mucha voluntad de parte del paciente, ya que se deben cambiar hábitos alimenticios y de actividad física.
En un principio se considerarán manejos no farmacológicos. Para esto existen dos grandes pilares: una dieta saludable y actividad física. Lo primero, es disminuir el estrés al que se ve enfrentado el organismo cuando está sin energía. Esto es como salir en auto con poca bencina y sin saber dónde estará la próxima estación, entonces uno anda más lento, tratando de desplazarse lo menos posible; lo mismo ocurre con el organismo.
Hay que organizarse y empezar con un buen desayuno. Luego, durante el día, se debe comer fraccionado, dándole al organismo la seguridad de que recibirá alimentos cada cierto tiempo. Lo ideal es que sean mínimo tres comidas al día y que la de la noche sea la más liviana. Con esto se disminuyen las cargas de azúcar que hacen que la insulina suba en el organismo .
Asimismo, se debe aumentar el ejercicio para transformar la grasa en masa muscular. Es muy importante tener en cuenta que el ejercicio no es sólo para bajar de peso, sino para mejorar la salud, disminuir la insulina y la presión arterial.
La periodicidad de los controles se establece de manera individualizada con cada paciente, según los distintos factores de riesgo cardiovascular (FRCV) presentes, su evolución y el nivel de control alcanzado.
Unidad de Endocrinología, Nutrición y Diabetes
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