En personas sanas y población general, el requerimiento calórico diario promedio es de 1.600 a 1.800 calorías en mujeres, y entre 2.000 y 2.400 en hombres.
La doctora González cita el caso de algunas personas con obesidad y sobrepeso, quienes están acostumbradas a mirar sólo los azúcares y las grasas, y si el producto no contiene azúcar lo consumen sin leer cuántas calorías está aportando. 'Las calorías no siempre están asociadas al azúcar porque va a depender de cuánta grasa y proteínas contiene, ya que cada macronutriente tiene calorías. Que no tenga azúcar no significa que no tenga calorías', explica.
Por ejemplo, los azúcares tienen 4 calorías por gramo, las grasas 9 calorías por gramo y las proteínas 4 calorías por gramo.
La especialista explica que las proteínas en las etiquetas son entregadas por gramo. En este caso es muy importante que sean revisadas por las personas con patologías renales, pacientes con restricción proteica y/o por quienes necesitan una alimentación híperproteica.
Quienes deben estar más alerta al consumo de hidratos de carbono son los pacientes diabéticos, especialmente los tipo 1, ya que es fundamental que aprendan a contar los carbohidratos que consumen porque de acuerdo a eso se calcula la dosis de insulina que requieren.
'Esto les permite tener un manejo más amplio de su alimentación midiendo, exactamente, lo que comen para conseguir así una dieta amplia y balanceada', sostiene la doctora González.
La mayoría de las personas tiene el concepto de grasas saludables y dañinas. Las más perjudiciales son las saturadas (animales), ya que se relacionan con el riesgo cardiovascular.
También están las monoinsaturadas y polinsaturadas, consideradas beneficiosas desde el punto de vista cardiovascular.
Respecto del colesterol, la medida recomendada en la población general es menos de 300 miligramos para una dieta saludable, aunque las personas con el colesterol alto deben consumir todavía menos, de acuerdo a la indicación de su médico.
En dietas saludables, la grasa total debería ser menos de un 30% de las calorías totales como grasa. Como concepto general, lo ideal es que el producto tenga menos grasas saturadas, menos colesterol y más grasas mono y poliinsaturadas, pero es importante entender que aunque son más sanas en cómo actúan nutricionalmente, engordan lo mismo.
Las grasas pueden tener distinta conformación bioquímica. Las trans se comportan como grasas saturadas, siendo dañinas para el organismo. Es por esto que actualmente la industria trabaja productos libres de este tipo de grasas, lo que no quiere decir que sea libre de grasa y colesterol.
Este componente es sumamente importante en la dieta de todas las personas y se considera recomendable consumir al menos 25 gramos al día para una buena función intestinal y disminuir el riesgo de cáncer de colon. Incluso, se asocia al mejor control de la diabetes, entre otros beneficios.
En las etiquetas, las vitaminas y minerales están expresados como porcentaje de la recomendación diaria en personas normales basado en el mínimo aconsejado para no tener déficit de estos nutrientes.
Frente a alguna alteración, es imprescindible la indicación del médico, por ejemplo, la necesidad de acido fólico al comienzo del embarazo, entre otras cosas.
La doctora González afirma que hay personas que deben estar más atentas a lo que compran:
En general, son pocas las personas que leen las etiquetas cuando compran. Sin embargo, este simple acto permite saber lo que estamos comiendo y distinguir qué es saludable y qué no, parte fundamental del concepto de alimentación sana, según afirma la doctora Carolina González, nutrióloga de Clínica Alemana.
De hecho, en Chile existe una política nacional regulada por el Instituto de Salud Pública (ISP) que establece que todo producto debe incluir la información nutricional en la etiqueta.
Generalmente, se trata de una tabla con las calorías, proteínas, grasas, hidratos de carbono y sodio, entre otras cosas.
Lo importante es tener un conocimiento básico para preferir, en general, productos con menos aporte de grasa, sodio y azúcar, y con más fibra, siempre tomando en cuenta las indicaciones del médico, especialmente cuando existe una patología de base.
La cantidad de calorías de un alimento debe ser analizada según los requerimientos diarios de cada persona. 'Es aconsejable fijarse en las calorías por porción y de acuerdo a eso consumir la fracción adecuada', sostiene la nutrióloga.
En personas sanas y población general, el requerimiento calórico diario promedio es de 1.600 a 1.800 calorías en mujeres, y entre 2.000 y 2.400 en hombres.
La doctora González cita el caso de algunas personas con obesidad y sobrepeso, quienes están acostumbradas a mirar sólo los azúcares y las grasas, y si el producto no contiene azúcar lo consumen sin leer cuántas calorías está aportando. 'Las calorías no siempre están asociadas al azúcar porque va a depender de cuánta grasa y proteínas contiene, ya que cada macronutriente tiene calorías. Que no tenga azúcar no significa que no tenga calorías', explica.
Por ejemplo, los azúcares tienen 4 calorías por gramo, las grasas 9 calorías por gramo y las proteínas 4 calorías por gramo.
La especialista explica que las proteínas en las etiquetas son entregadas por gramo. En este caso es muy importante que sean revisadas por las personas con patologías renales, pacientes con restricción proteica y/o por quienes necesitan una alimentación híperproteica.
Quienes deben estar más alerta al consumo de hidratos de carbono son los pacientes diabéticos, especialmente los tipo 1, ya que es fundamental que aprendan a contar los carbohidratos que consumen porque de acuerdo a eso se calcula la dosis de insulina que requieren.
'Esto les permite tener un manejo más amplio de su alimentación midiendo, exactamente, lo que comen para conseguir así una dieta amplia y balanceada', sostiene la doctora González.
La mayoría de las personas tiene el concepto de grasas saludables y dañinas. Las más perjudiciales son las saturadas (animales), ya que se relacionan con el riesgo cardiovascular.
También están las monoinsaturadas y polinsaturadas, consideradas beneficiosas desde el punto de vista cardiovascular.
Respecto del colesterol, la medida recomendada en la población general es menos de 300 miligramos para una dieta saludable, aunque las personas con el colesterol alto deben consumir todavía menos, de acuerdo a la indicación de su médico.
En dietas saludables, la grasa total debería ser menos de un 30% de las calorías totales como grasa. Como concepto general, lo ideal es que el producto tenga menos grasas saturadas, menos colesterol y más grasas mono y poliinsaturadas, pero es importante entender que aunque son más sanas en cómo actúan nutricionalmente, engordan lo mismo.
Las grasas pueden tener distinta conformación bioquímica. Las trans se comportan como grasas saturadas, siendo dañinas para el organismo. Es por esto que actualmente la industria trabaja productos libres de este tipo de grasas, lo que no quiere decir que sea libre de grasa y colesterol.
Este componente es sumamente importante en la dieta de todas las personas y se considera recomendable consumir al menos 25 gramos al día para una buena función intestinal y disminuir el riesgo de cáncer de colon. Incluso, se asocia al mejor control de la diabetes, entre otros beneficios.
En las etiquetas, las vitaminas y minerales están expresados como porcentaje de la recomendación diaria en personas normales basado en el mínimo aconsejado para no tener déficit de estos nutrientes.
Frente a alguna alteración, es imprescindible la indicación del médico, por ejemplo, la necesidad de acido fólico al comienzo del embarazo, entre otras cosas.
La doctora González afirma que hay personas que deben estar más atentas a lo que compran: