Unidad de Adolescencia
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Cuando Santiago tenía 2 años y medio su mamá le mostró una foto de cuando estaba embarazada y él dijo ¡me comiste! Ella le explicó que no y con cara de confundido le preguntó “¿y
cómo llegué ahí?”.
Estas pueden ser las primeras aproximaciones de un niño, las que deben ser enfrentadas con naturalidad, sin mentir ni usar metáforas que se presten para confusiones, de acuerdo
a la edad del niño y a su capacidad de comprensión. Así lo aconseja la doctora Andrea Huneeus, ginecóloga de la Unidad de Adolescencia de Clínica Alemana, quien agrega que no hablar de sexualidad con los hijos
equivale a darle una connotación negativa y prohibida a una realidad natural y muy importante en la vida de las personas. “Está demostrado que educar no es dar permiso, es proteger”, afirma.
En educación
sexual cada edad tiene una temática adecuada. Comienza cuando a un niño se le explica por qué es hombre o mujer y desde ahí no termina más. 'Primero se les puede decir que la mamá lo esperó en su
güatita y cuando comprendan más, explicarles por dónde nació. Sólo a los 6 o 7 años se les debe aclarar cómo se hizo y para ello son muy útiles los ejemplos de reproducción que el niño
conoce en la naturaleza', asegura.
Así, a medida que los hijos crecen, sus dudas respecto de este tema también cambian. Por eso es importante que los padres estén siempre presentes en este desarrollo y descubrimiento,
por ejemplo, en los límites de la afectividad y sexualidad que se establecen (permiso para pololear o para salir, entre otras cosas). Estos son temas individuales de cada familia y deben ser planteados de manera coherente y acordada entre
los padres para que los jóvenes entiendan los beneficios protectores esperados.
La especialista señala que lo importante es que sean los papás quienes tomen la iniciativa para ser la primera fuente informativa y
la más confiable, evitando que sean influenciados por los amigos, los medios de comunicación o Internet. Más que restringir a los hijos, es imprescindible enseñarles a protegerse de los riesgos que existen. Es ideal
mantener un diálogo abierto y honesto donde no existan temas prohibidos. Si ven algo inadecuado, ellos mismos lo evitarán con sus propias herramientas y tendrán la confianza para consultarlo con sus padres.
'Los
jóvenes están más interesados en placer y función sexual que en los riesgos y peligros. Por eso es importante hablar con naturalidad y honestidad, ya que ellos rechazan las mentiras y el doble estándar. Si un
padre se siente incapaz de responder a las interrogantes de sus hijos es válido que recurra a profesionales preparados como ginecólogos, pediatras o profesores', enfatiza
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