Confusión repentina y desorientación son expresiones características del delirium, un problema que se presenta principalmente en la tercera edad. De hecho, según los últimos informes de salud de Harvard Women’s Health Watch (mayo 2011), hasta el 20% de los mayores de 65 años hospitalizados desarrolla esta afección, 60% de los que se operan y el 70% o más de los tratados en las UCI.
La doctora Maricarmen Andrade, geriatra de Clínica Alemana, explica que el delirium es un cuadro de compromiso de conciencia de comienzo agudo -puede surgir en horas o días- en que la persona puede estar agitada o, por el contrario, más somnolienta de lo habitual. Su evolución es fluctuante, hay momentos en que parece lúcida y otros en que se encuentra desorientada (no recuerda la fecha ni dónde está), es incapaz de mantener la atención o tiene dificultad para mantener una conversación coherente.
Además, los afectados pueden tener alucinaciones o ideas delirantes (que les quieren hacer daño u otras) y no es raro que cambien el ciclo de sueño-vigilia, es decir, que duerman en el día y despierten en la noche. Es así, como finalmente el delirium se traduce en múltiples consecuencias: aumenta la morbilidad, la estadía y complicaciones hospitalarias, la mortalidad, el deterioro funcional y cognitivo, los costos de hospitalización y el ingreso a hogares de ancianos.
En cuanto a las causas, se sabe que en la mitad de los casos, son múltiples. Dentro de las más frecuentes están las infecciones del tracto respiratorio y urinario, alteraciones del sodio, deshidratación, presencia de fecaloma (acumulación de deposiciones que taponan el recto), trastornos neurológicos -como accidentes cerebrovasculares- y ser sometido a cirugía.
Asimismo, hasta el 30% de los casos tiene causa farmacológica, ya sea por el uso de medicamentos de riesgo o por la suspensión de fármacos crónicos como las benzodiacepinas. Por último, es importante mencionar que el solo cambio de ambiente (ingresar a un hospital, por ejemplo) puede producir delirium en un paciente con factores de riesgo.
¿Qué hacer?
Están más susceptibles a desarrollar delirium las personas mayores de 65 años y con alteraciones como fragilidad física, enfermedad grave, demencia previa, infección o deshidratación, alteración visual, hipoacusia (sordera), consumo de múltiples fármacos o desnutrición. Por eso, la principal forma de prevenir este cuadro es manejando estos factores de riesgo. Se ha comprobado que tomando las medidas adecuadas se puede prevenir hasta en un 40% de los casos.
E
n este sentido, la doctora Andrade dice que algunas de las recomendaciones son: si el paciente tiene sordera ponerle su audífono; si tiene alteración visual, que use sus lentes; evitar la inmovilidad levantándolo de la cama; mantenerlo bien hidratado; si está desorientado, recordarle la fecha y dónde está; respetar los ciclos de sueño permitiendo que en el día realice actividad y en la noche tenga un adecuado descanso; evitar el uso de sondas y la contención física (que sean amarrados).
“Los familiares y cuidadores cumplen un rol fundamental en la prevención, primero porque su presencia hace que el ambiente hospitalario que es adverso para cualquier adulto mayor, no lo sea tanto, tranquilizándolo; y segundo, porque pueden participar en las medidas preventivas, como la hidratación, facilitándole el acceso a agua; ayudando en la movilización y reorientándolo frecuentemente”, concluye.