El 12 de octubre de 2005 fue un día que marcó a Ingrid. Esa mañana, de manera repentina e irreversible, sus oídos dejaron de escuchar.
“El médico me confirmó que mi problema no tenía solución, fue un balde de agua fría. Me pregunté qué voy hacer con mi vida, con mis estudios y mi trabajo. En ese momento lo único que pensé es que no iba a poder escuchar a mi sobrino decir sus primeras palabras o que si tenía hijos no los podría cuidar u oír”, recuerda con tristeza.
Desde los 4 años de edad, la familia de Ingrid notaba que ella no escuchaba bien con su oído izquierdo. A su papá le llamaba la atención que cuando conversaban, ella se quedara mirando el techo como tratando de buscar la palabras que no oía. Además, tenía dificultades en su pronunciación.
Una vez que identificaron el problema y recibieron las indicaciones del especialista, la vida de esta egresada de derecho siguió un curso bastante normal. Terminó el colegio y gran parte de sus estudios superiores.
Las dificultades comenzaron durante su práctica laboral. Se dio cuenta de que necesitaba escuchar mejor, ya que los sonidos se le mezclaban. Fue en ese momento cuando se compró su primer audífono. Recién a los 21 años, gracias a este aparato, pudo percibir sonidos con su verdadero volumen. “Sentir el viento y los pájaros como realmente suenan. Por primera vez, escuché como el resto”, comenta.
Pero todo se acabó aquel lunes de octubre cuando se quedó sorda. Con gran fuerza interior y sin dejar que el destino la derrotara, comenzó a buscar soluciones a la hipoacusia sensorioneural profunda y bilateral que la aquejaba, enfermedad infrecuente y generalmente congénita, pero que a veces está asociada a infecciones durante el embarazo, como rubéola y citomegalovirus. Fue así como llegó a la consulta del doctor Gonzalo Bonilla, otorrinolaringólogo de Clínica Alemana, quien le ofreció ponerle un implante coclear.
Sin sonido
“Para mí, mis oídos son mi vida. Un implante coclear significaba que un dispositivo me permitiría escuchar. El doctor Bonilla me abrió una pequeña ventana y yo me agarré a ella con todas mis fuerzas”, cuenta Ingrid.