Como varias condiciones físicas, la audición se va perdiendo con los años. Entre las causas puede haber algo tan trivial, como que la cera natural de los oídos tiende a acumularse con mayor facilidad y produce trastornos auditivos fáciles de resolver. Sin embargo, cuando la pérdida de la capacidad auditiva es patológica, se llama hipoacusia.
En la tercera edad, el tipo más común de hipoacusia es la
presbiacusia, la que comienza lentamente alrededor de los 35 años, pero es imperceptible hasta los 55 o 60. Se presume que baja un decibel por año.
Suele afectar a ambos oídos por igual y se presenta en un gran porcentaje de los mayores de 65 años. Es consecuencia de la disminución de la población de células ciliadas del oído interno, encargadas de transformar la energía mecánica del sonido del medioambiente en impulsos eléctricos, los que son llevados por el nervio auditivo hasta el cerebro.
La
presbiacusia, es un gran problema en las personas mayores, no necesariamente por la dificultad de escuchar, sino por sus consecuencias, como el aislamiento social, ya que hace difícil la interacción con el resto y realizar actividades básicas de la vida diaria (salir, comprar, hacer trámites, etc). También hay mayor susceptibilidad a sufrir caídas y accidentes, entre otros. En pacientes con trastorno de memoria es un agravante del deterioro cognitivo, puesto que el mecanismo de aislamiento social se duplica al fallar la memoria y, además, no escuchar.
El principal tratamiento es la
utilización de audífonos que cumplen la función de amplificar el sonido. Dependiendo de la pérdida auditiva, éstos pueden ser usados en uno o ambos oídos, pero se recomienda en los dos para no perder la estereofonía. Además, permiten ubicar mejor la fuente sonora y optimizar la audición en algunos decibeles. Por esto, es bueno explicarles con claridad la verdadera utilidad y el buen rendimiento conseguido con el uso permanente de audífonos.
Hay que considerar que es más simple para un adulto mayor entender la voz de los hombres que la de las mujeres y niños porque tienen más dificultad para captar ruidos de tono alto. Asimismo, perciben mejor las vocales que las consonantes. Por eso, es un error grave subir el volumen de la voz para que escuchen, pues se tiende a aumentar el tono de las vocales y no de las consonantes. Lo correcto es modular y vocalizar mejor frente a ellos en vez de subir el tono al hablarles.
* Este artículo fue realizado con la colaboración de los doctores de Clínica Alemana Marcelo Blacutt, geriatra, y Jorge Preisler, otorrinolaringólogo.
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