“Eran como las 3 de la tarde y estábamos con mi hermano Vicente en la piscina de la casa jugando a tirarnos piqueros sin manos. No era la primera vez que lo hacíamos, era divertido. En uno de los saltos, en el que tomé harto vuelo, me lancé y sentí cómo mi cabeza golpeó el fondo de la piscina, y ya no me pude mover más. Esos segundos bajo el agua fueron angustiantes, no deben haber sido más de diez, pero yo los encontré eternos”, recuerda Rodrigo Ackermann, 16 años, quien el 23 de diciembre del año pasado sufrió un accidente que casi le cuesta la vida.
“Vicente y mis demás hermanos me sacaron del agua y me pusieron en el pasto. Intenté mover brazos y piernas, pero fue imposible. Me preguntaban si me dolía algo, pero la verdad es que no sentía nada de nada”. Él aún no lo sabía, pero se había quebrado la cuarta y quinta vértebra de la columna.
Los clavados en aguas poco profundas están entre las causas más comunes de fracturas cervicales. En estos casos, es posible que se produzcan daños en el cerebro y en la médula espinal, lo que muchas veces es mortal y, cuando no lo es, existe una alta probabilidad de que cause parálisis.
Rodrigo fue trasladado inmediatamente al Servicio de Urgencia de Clínica Alemana de La Dehesa, institución en la que tiene el Convenio de Accidentes. Lo atendió la doctora Karen Weissmann, cirujano de columna. “Llegó consciente y conversando, pero tetrapléjico y con shock medular, condición muy grave, en algunos casos incluso mortal”, explica la especialista.
Una vez estabilizado, fue trasladado hasta Clínica Alemana de Vitacura, donde le realizaron un scanner y una resonancia magnética, exámenes que revelaron la gravedad de la lesión. Ese mismo día fue sometido a una delicada cirugía para reemplazar la estructura dañada con un injerto de la cresta iliaca –hueso ubicado en la pelvis–, el que se fija con una placa de titanio, de manera de estabilizar la columna.
Regalo de Navidad
Al día siguiente, el 24 de diciembre, Rodrigo despertó en la UCI de Clínica Alemana. “En ese momento empecé a procesar mejor lo que me había pasado y entendí que era probable que no volviera a caminar”, recuerda.
Pero la vida le tenía preparado un regalo especial. La operación había sido exitosa y, gracias a su fe y a un fuerte trabajo de rehabilitación, en una semana ya podía mover una pierna y unos días después, la otra. Así, de a poco, volvió a recuperar el control de su cuerpo, primero del lado izquierdo y luego del derecho.
Para este joven, el apoyo de su familia fue fundamental en el proceso de recuperación. “Al principio mis papás y mis hermanos estaban deshechos, muy angustiados, pero a medida que pasaban los días y veían los avances, el panorama fue mejorando”, dice.
En esta etapa, también fue clave la visita de Belén, una paciente que también se trató en Clínica Alemana luego de una experiencia similar y que logró recuperarse. “Su historia fue esperanzadora y nos dio más fuerza para seguir adelante”, afirma.
La doctora Loreto Díaz, fisiatra de este centro de salud, quien estuvo a cargo del proceso de rehabilitación, destaca la actitud positiva de Rodrigo y de su familia que lo alentó en cada momento. “Nunca perdieron la fe en su recuperación, y esto le permitió avanzar con optimismo. Además, él es súper esforzado, tenaz y bastante maduro para su edad. Jamás lo he escuchado lamentarse por lo sucedido y ha respondido no sólo en el aspecto médico, sino que también se reintegró a su colegio y es un excelente alumno”, comenta.
Estuvo 38 días hospitalizado y cuando se fue de alta, lo hizo en silla de ruedas. Sin embargo, gracias al fuerte trabajo de rehabilitación que ha realizado durante este año, con kinesiterapia todos los días, hoy está de pie y puede caminar sin problemas.
“Aún me cuesta un poco hacer algunos movimientos con el lado derecho, pero es algo que no es percibido. Puedo trotar, correr y hacer casi todo, pero aún falta un poco para que pueda, por ejemplo, jugar pichanga o básquetbol. Antes también hacía boxeo, pero eso sí que ya es historia, me dijeron que no podré hacerlo más, por la placa en el cuello”, cuenta resignado, pero feliz porque está consciente de que es una restricción mínima si se piensa en las graves consecuencias que pudo haber tenido el accidente.
“Estoy muy agradecido de quienes hicieron posible mi recuperación: mi familia, mi colegio, mis doctoras y todo el equipo médico de la clínica. Este proceso me ha hecho madurar, ahora estoy más consciente de que hay límites y soy más previsor”, asegura Rodrigo, quien este año espera vivir junto a su familia y amigos una Navidad muy distinta a la anterior.
Servicio de Urgencia
Teléfono: 210 1334