Durante el invierno se cometen excesos, se come en mayor cantidad, especialmente, carbohidratos y alimentos con alto porcentaje de grasas. Esto, sumado al sedentarismo al que invitan los días fríos produce un estado de mucha angustia en las personas que se ven enfrentadas a un aumento de peso, lo puede llevar a adoptar dietas muy estrictas e inadecuadas para su salud.
Para evitar esto, Virginia Riesco, nutricionista de Clínica Alemana, explica que “para estar en forma lo ideal es realizar ejercicios y mantener una dieta saludable durante todo el año. Las dietas “shock” pueden ser efectivas si el objetivo es bajar unos pocos kilos y siempre que sean guiadas por un profesional. A largo plazo, no se recomiendan, ya que no forman hábitos y la persona queda expuesta a los rebotes del peso (recuperar lo perdido de manera rápida)”.
No obstante, si por falta de tiempo o ganas la persona no ha podido cumplir con estas tareas nunca es tarde para comenzar. Se recomienda realizar un chequeo nutricional para conocer el peso y porcentaje de grasa corporal y así, comenzar una dieta balanceada junto con un programa de acondicionamiento físico.
Independiente del tipo de dieta que se siga, nunca se deben dejar de consumir los alimentos proteicos de buen valor biológico tanto de origen animal como vegetal (carnes magras, pescado, huevos y legumbres, respectivamente) ya que protegen la inmunidad y la masa muscular. También es importante incluir aquellos con carbohidratos de baja carga glicérica en cantidades recomendadas, ya que actúan proporcionando energía y como ahorradores de proteínas, en este grupo están el pan, arroz, pastas integrales y quaker. Las grasas de origen vegetal (aceite de oliva, palta, aceitunas y frutos secos) deben estar siempre presentes y, finalmente, el consumo de verduras y frutas es vital por su aporte de vitaminas, minerales y antioxidantes. Asimismo, se recomienda tener al menos cuatro comidas principales y una colación.
Hay que tener cuidado con ciertos alimentos como, por ejemplo, aquellos que contienen azúcares simples refinados (pastelería, caramelos, exceso de fruta, jugos de frutas, etc.). Estos pasan muy rápido al torrente sanguíneo produciendo elevaciones de la insulina (encargada de disminuir la glicemia). Si esta se encuentra muy estimulada puede llegar a provocar pequeñas hipoglicemias (disminuciones bruscas de la glicemia,) lo que provoca una sensación de mucho apetito o ansiedad, ante lo cual la persona come demás.
La especialista recalca que una dieta debe acompañarse de un estudio del metabolismo de cada persona. “Lo ideal es que aquellos con sobrepeso u obesidad que presentan antecedentes familiares de diabetes, obesidad ohipertensión arterial, se realicen un estudio de tiroides y del metabolismo de la glucosa (prueba de tolerancia a la glucosa oral con insulinemia). Estos exámenes son muy útiles para diseñar, a partir de estos resultados, una terapia nutricional personalizada y adecuada para el paciente”, concluye.
Unidad de Nutrición y Diabetes
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