Cuando Catalina se “enamoró” por primera vez tenía apenas 13 años. Hoy, una década después, recuerda con nostalgia esos días. Al igual que ella, la mayoría vive el primer enamoramiento en la pubertad.
La psicóloga de la Unidad de Adolescencia de Clínica Alemana Pascuala Donoso explica que esta edad es el inicio de un camino de aprendizaje, en que las personas sueñan con amores ideales, muchas veces inalcanzables. Es frecuente que las niñas lo experimenten antes, ya que su desarrollo es más precoz.
“Los púberes todavía son muy egocéntricos como para amar verdaderamente. La capacidad de establecer una intimidad con otro se desarrolla recién en la adolescencia, aunque al principio suelen ser relaciones de corta duración, ya que la identidad personal aún no es estable. Esta se consolida solo al final de la adolescencia, cuando la mayoría busca una pareja estable ante la necesidad de tener una relación íntima, recíproca, comprometida, en la que se va integrando el amor con la sexualidad”, precisa.
Al inicio de esta etapa, tienden a elegir al otro de acuerdo a las expectativas de sus redes sociales, basándose en características más superficiales y externas, como ropa, moda, aprobación de los demás. Para los hombres, la atracción física es particularmente importante, pero a medida que avanza el desarrollo, ambos empiezan a valorar cualidades internas como intimidad, confianza, apoyo y comunicación, además de la pasión, como elementos importante del amor. Este cambio se explica por la maduración cognitiva y emocional, y los logros relativos a la identidad y autonomía.
La especialista agrega que en este proceso, los padres empiezan a dejar de ser las principales figuras de apego, lo que es necesario para el logro de la diferenciación y autonomía. El romance adolescente permite ir aprendiendo sobre el amor de pareja y las cualidades y valores que se buscan en un otro. Se desarrolla la capacidad de amar y expresarlo; de mantener relaciones íntimas y de perfeccionar las habilidades de comunicación y negociación.
A esta edad, las relaciones románticas también ayudan a clarificar y revisar su autodefinición a través de la intimidad compartida con el otro y la retroalimentación mutua. También son claves en la consolidación de la identidad sexual. El joven va desarrollando una imagen de sí mismo en el terreno amoroso, la que tiene que integrar a las representaciones que tiene de sí en otras áreas.
Este desarrollo psicosexual permite explorar este ámbito en un contexto afectivo, integrando el impulso sexual con sentimientos de ternura, cuidado y empatía hacia el otro. Es por esto que si las relaciones son sanas y satisfactorias, marcadas por una interacción armoniosa afectivamente positiva, se vuelven una fuente de apoyo y facilitan el logro de las metas propias de la etapa.
“El autoconcepto, en el terreno romántico, puede ser positivo o negativo dependiendo de la calidad de la experiencia vivida. Esto afecta la autoestima, la autovaloración y el concepto de sí mismo en otros terrenos, particularmente en cuanto a apariencia física y aceptación social”, enfatiza.
Papel de los papás
Pascuala Donoso sostiene que es importante que los padres participen en este proceso, guiándolos con tacto y respetoa su intimidad, para lo cual es fundamental un vínculo de confianza que debe estar construido desde la infancia. “La comunicación con ellos acerca de temas sexuales debe ser antes de que lo experimenten, ya que esto lleva a un comportamiento más responsable. En este ámbito, deben facilitar que su hijo pueda tomar decisiones que favorezcan su desarrollo integral, tomando en cuenta valores y metas de vida”, destaca.
Los padres no solo deben dar información, sino que también facilitar que el adolescente pueda consultar a un especialista para acceder a consejería adecuada, en un contexto de neutralidad. “Los jóvenes necesitan ir explorando su sexualidad en concordancia con su desarrollo psicológico, paulatinamente, para facilitar el logro de relaciones afectivas sanas, con una sexualidad integrada, en un marco normativo de acuerdo a la edad y características individuales”, concluye.