Lesión de ligamento cruzado anterior: un quiebre en la práctica deportiva

20/08/2012
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Lesión de ligamento cruzado anterior: un quiebre en la práctica deportiva

Cada vez son más las personas que hacen deporte. No obstante, la falta de preparación puede provocar daños en las extremidades. Una de las lesiones más frecuentes ocurre en el ligamento cruzado anterior (LCA), una estructura ligamentosa que une la parte anterior de la rodilla, entre el fémur y la tibia, dando estabilidad a la traslación anterior y a la rotación de este último hueso. Al practicar deportes como fútbol, rugby, hockey y ski, principalmente, el ligamento está en riesgo de estirarse más de lo normal, tensando su resistencia con su consecuente ruptura.

 

El doctor Alex Vaisman, traumatólogo de Clínica Alemana, explica que el traumatismo que rompe el LCA frecuentemente también produce lesiones asociadas a otras estructuras dentro de la misma articulación. “Al romperse el ligamento la rodilla pierde estabilidad y las estructuras cercanas tratan de estabilizarla, lo que generalmente no se logra y puede producir esguince del ligamento colateral medial, lesiones de meniscos o cartílago”.

 

Al momento de la lesión la sintomatología es clara. Se escucha un crujido, hay dolor intenso pero que puede pasar rápidamente, sensación de que la rodilla se desencajó y un aumento de volumen de la misma. Ante esta situación se debe consultar con un especialista para diagnosticar la rotura del LCA y descartar otras lesiones graves como fracturas. Mientras tanto, se pueden adoptar medidas de primeros auxilios como inmovilizar la articulación, aplicar hielo, limitar el caminar y tomar antiinflamatorios (Ibuprofeno o Diclofenaco).

 

Diagnóstico y tratamiento
Para confirmar la rotura del LCA se deben considerar tres pilares: lo primero es la historia del accidente, es decir, cómo ocurrió, para determinar qué estructuras se dañaron. Segundo, examen físico a través del test de Lachman, con el fin de evaluar si la tibia se traslada hacia adelante; el test de Pivot Shift, para ver la estabilidad rotacional, y por último, se observa si hay derrame articular (líquido dentro de la rodilla). Una vez que se tiene una idea de lo que está pasando se confirma el diagnóstico mediante una resonancia magnética.

 

 

 

 

 

El tratamiento depende de la edad del paciente y del estilo de vida que tenga. En los menores de 40 años la cirugía es lo recomendable. Entre 40 y 50 años se debe considerar el nivel de actividad física que realiza la persona, y en los mayores de 50 es poco probable que se opere, a menos que el paciente tenga dificultades con actividades diarias como subir las escaleras o bajarse del auto.

 

“En la cirugía se colocan tendones específicos por túneles dentro de la rodilla donde antes iba el ligamento. Se fijan con tornillos especiales al hueso dándole la tensión y estabilidad necesaria a la articulación. De esta manera vuelve a la normalidad”, explica el doctor Vaisman.

 

El tiempo de recuperación es variable, ya que el periodo de maduración del ligamento es largo. En promedio, al mes el paciente puede andar en bicicleta y practicar natación; a los dos meses utilizar la elíptica, y a los tres meses, trotar y realizar actividades suaves. Finalmente, entre los seis y ocho meses es posible volver a la rutina diaria en la práctica de deportes de contacto.

 

“En la clínica somos muy meticulosos al momento de dar el alta al paciente. Nos fijamos no solo en que el ligamento esté maduro, sino también en que toda la protección muscular de la rodilla (equilibrio y reflejo) funcione de manera adecuada para evitar el riesgo de volver a lesionarse”, finaliza el doctor Vaisman.

 


Esta información es meramente informativa y no sustituye la opinión de un profesional de salud. Ante cualquier síntoma o molestia, te recomendamos consultar con tu médico. Además, ten en cuenta que, debido a la naturaleza cambiante de los temas tratados en este artículo, algunos conceptos pueden sufrir modificaciones desde la fecha original de la publicación.
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