Para algunas personas el ambiente laboral es el estímulo perfecto para levantarse todas las mañanas, sin embargo, para otras es una excusa más para no querer ir a trabajar. Incluso, en algunos casos, la situación es más extrema: el desinterés por esta responsabilidad podría ser consecuencia del mobbing o acoso laboral, una conducta consciente y sistemática ejercida por una persona o grupo para violentar psicológicamente a algún compañero de labores.
Según la Dirección del Trabajo, existen tres tipos de acoso laboral: el que es de parte de un colega (horizontal), el de una jefatura o superior (descendente), y el ocasionado por una persona con rango jerárquico inferior a la víctima (ascendente). En relación a estas categorías, el doctor Alejandro Koppmann, jefe de la Unidad de Psiquiatría de Clínica Alemana, comenta que “existen diferencias dadas las relaciones de poder. No es lo mismo ser hostigado por el jefe que por los pares, ya que las alternativas de manejo y defensa pueden ser un poco más eficientes en el segundo caso”.
Según el especialista, por lo general, las víctimas corresponden a personas con perfiles de vulnerabilidad como mujeres, trabajadores rigurosos y con alto sentido de responsabilidad, miembros de una minoría o personas con pensamientos culturales o religiosos diferentes. En otras ocasiones, el problema se debe a que las características del lugar de trabajo no coinciden con las del colaborador.
En situaciones como las descritas, las víctimas de mobbing pueden evidenciar su condición a través de síntomas físicos, psicológicos y conductas sociales:
Frente a la aparición de cualquiera de estos síntomas, lo más aconsejable es acudir a un especialista en salud ocupacional. De lo contrario, se corre el riesgo de desarrollar problemas de autoestima, síntomas depresivos y diversas somatizaciones.
Además del apoyo profesional, la única manera de contrarrestar esta situación es mediante acciones tempranas, legislaciones adecuadas, educación e intervenciones en el lugar de trabajo.
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