Al verificar estos aspectos y chequear que el niño crece bien y está saludable, hay que revisar sus hábitos de alimentación:
Generalmente, a los seis meses los bebés ya están preparados para comenzar a recibir alimentos distintos a la leche, como la fruta o la sopa.
Algunos pequeños reciben felices sus primeras cucharadas de comida, otros ponen caras raras al probar nuevos sabores pero de a poco se van acostumbrando. Pero también hay quienes ven el plato ven el plato y cierran la boca, lo alejan con las manos y no quieren probarlo por ningún motivo.
Al respecto, la doctora Vivian Rybertt, nutrióloga infantil de Clínica Alemana, asegura que lo primero es no angustiarse, hay que tener presente que los niños van cambiando sus preferencias alimentarias y sus necesidades calóricas a medida que van creciendo
“También hay que considerar que las neofobias, nombre que se le da al rechazo a los alimentos nuevos, son muy habituales y un niño puede terminar aceptándolos después de muchos intentos. Por tanto, los padres deben mantener un control periódico del menor con el pediatra para vigilar su crecimiento y desarrollo, (el que habitualmente no se ve afectado), y para verificar que no hay una condición médica que esté condicionando la falta de apetito, explica la especialista.
Agrega que “la tendencia es llenar al niño con otras cosas porque no comió, lo que es muy contraproducente; solo lleva a que se le quite y se acostumbre a que no es importante que no quiera la comida, ya que igual va a comer otras cosas después”.
A medida que el niño crece, va adquiriendo independencia, por lo que hay que permitirle tomar la comida con sus cubiertos y comenzar a integrarlo a la mesa familiar.
Es esperable que en el proceso de desarrollo se produzcan períodos en que disminuyen las necesidades calóricas debido a la desaceleración del crecimiento, especialmente, a partir del año de edad, por lo que el niño regula la cantidad de comida de acuerdo a sus necesidades, lo que muchas veces se interpreta como que 'no come', pero en verdad está consumiendo lo que necesita y no lo que los padres creen que requiere. “Los mismos niños van aumentando su ingesta de acurdo a las variaciones en la velocidad de crecimiento, por lo que no hay que angustiarse pensando que siempre va a comportarse igual frente a la comida”, asegura la nutrióloga infantil.
Recomendaciones
Al verificar estos aspectos y chequear que el niño crece bien y está saludable, hay que revisar sus hábitos de alimentación: