Los hijos se independizaron o ya formaron sus propias familias y los papás quedan en sus casas. Algunos trabajando, otros con actividades sociales, otros jubilados. Y así pasan los años hasta que aparece la necesidad de que vivan acompañados y muchos hijos optan por invitarlos a vivir en sus casas cuando consideran que una institución no es opción para ellos y se vuelve evidente que requieren mayor atención física, mental o psicológica.
La doctora Pamela Chávez, geriatra de Clínica Alemana, explica que esto ocurre por un cambio en su situación vital, viudez, enfermedad, pero siempre es una posibilidad que tratan de evitar ya que los adultos mayores se oponen a este cambio para no molestar o porque están acostumbrados a su ritmo de vida, horarios, estilos de comida, actividades, etc. Intentar una convivencia favorable y satisfactoria entre personas de tres generaciones es una tarea que requiere esfuerzo y que solo algunos logran o están en condiciones de asumir.
¿Qué puede aportar esta realidad? La especialista dice que la experiencia es variable, depende de los valores de cada familia, de la flexibilidad que tengan en generar los cambios necesarios para que un nuevo integrante con necesidades de atención distintas, a veces difíciles de compartir, se integre satisfactoriamente a la familia nuclear.
Cuando esto ocurre, las ganancias para la vida son netas, en cuanto a tolerancia, a demandas de adaptación al cambio y a prepararse para las etapas avanzadas de la vida, a las cuales llegaremos todos con grados variables de dependencia y rigidez. El adulto mayor generalmente se beneficia de la compañía de las personas que son parte de su mundo afectivo, aunque estén con problemas de memoria.
Sin embargo, a veces esto no se puede hacer, porque en la relación no se generaron los vínculos afectivos oportunamente, por problemas económicos o de espacio físico en las viviendas, o porque algún miembro de la familia no acepta el cambio.
Buena convivencia
La especialista recomienda que para mejorar la integración a la familia de sus hijos, los adultos mayores deben ser cuidadosos, respetar los códigos familiares, sin imponer sus esquemas valóricos, evitar dar opiniones en momentos de conflicto, sin embargo, es importante compartir un punto de vista con calma y cuidado, contener y cuidar nietos es un aporte a cualquier familia, además de transmitir historia, experiencias, formas de vida, enriquecer al grupo y permitir el conocimiento mutuo.
El hijo debe conocer las expectativas de su padre o madre en este nueva situación, medir malos entendidos con el resto, explicarle las costumbres de la casa, generar espacios de respeto y cuidado desde la familia original hacia este nuevo integrante.
En caso de que surjan conflictos, se pueden tratar de solucionar conversando, siendo comprensivos, generosos y superando el dolor o frustración que puede generar una insatisfacción, dar nuevas oportunidades. El éxito también está dado por la relación previa, cuando hay historia de cariños compartidos y buena convivencia, es más fácil.
Tarea compartida
En cuanto a los demás hijos del adulto mayor, también deben asumir funciones concretas que alivien al hermano que está conviviendo con el papá o la mamá. Por ejemplo, pueden generar espacios de descanso, regulares y preestablecidos, como llevarlos al menos una vez a la semana a comer a su casa o a otra parte.
“Siempre la carga repartida es mejor llevada, atender una persona con alta dependencia es tremendamente desgastador aunque se tenga una gran motivación. Se recomienda llevarlo de vacaciones dos veces al año, salir de la casa, idealmente tener actividades entretenidas, lúdicas o de ejercicio físico”, aclara la doctora Chávez.