Es muy importante que desde pequeños los niños se familiaricen con el cuidado bucal, que incluye el lavado de dientes para crearles el hábito. Por eso, este ritual diario debe comenzar antes de que aparezcan los dientes. En los primeros 12 meses, el lavado debe ser hecho por un adulto usando el dedo índice envuelto en un trozo de gasa húmeda, la que debe pasar suavemente por todas las superficies.
Después del año, se puede utilizar un cepillo de dientes acorde al tamaño de la boca del niño. Este puede ser de silicona y se pone en el dedo índice del adulto, o uno convencional de cabeza pequeña, filamentos suaves, cortos y uniformes. El lavado debe hacerse con movimientos circulares y de arrastre, ojalá frente a un espejo para que el menor se familiarice y aprenda. No se usa pasta de dientes todavía.
A los dos años es importante eliminar el uso de mamaderas y chupetes para evitar la aparición de alteraciones en la mordida y patologías como la “caries temprana de la infancia”, relacionada directamente con la ingesta de mamadera nocturna e higiene dental deficiente. Asimismo, se recomienda agregar la limpieza del dorso de la lengua y fomentar la autonomía del niño, permitiendo que cepille sus dientes bajo la vigilancia y ayuda final de un adulto.
Alrededor de los tres años ya se ha completado la erupción de los 20 dientes temporales, lo que hace indispensable que los menores tengan formado el hábito de higiene bucal. Poco a poco, hay que mejorar el cepillado realizado por el niño, sin olvidar que aún no es capaz de hacerlo bien solo. Ya puede comenzar a utilizar una pequeña cantidad de pasta dental infantil sin flúor.
También están indicados los primeros tratamientos preventivos, como sellantes y aplicación de barnices de flúor. El odontólogo, después de examinar y evaluar al niño, indica caso a caso la necesidad de ellos.
Hacia los cinco años todavía deben cepillarse frente a un espejo y siempre controlados por un adulto. Además, se les puede pedir que se enjuaguen y saquen la lengua para limpiarla. Ya es posible usar pastas fluoradas, en cantidad no mayor al tamaño de la uña del dedo meñique del niño, pero hay que enseñarle que no se la trague, de lo contrario, debe seguir con la pasta sin flúor.
También se recomienda comenzar a usar seda dental (cuidadosamente y por parte de un adulto) para limpiar entre los dientes y las muelas. El odontólogo debe enseñar la técnica correcta.
Es importante explicarle a los niños que, alrededor de los seis años, comenzará el recambio de dientes incisivos y que en la parte más posterior de sus maxilares les saldrán los primeros molares definitivos, los que no se cambian nunca más, por lo tanto, deben tener especial cuidado para mantenerlos sanos.
Los cepillos deben enjuagarse y sacudirse para eliminar el agua y ojalá dejarlos colgados para su aireación. Deben ser reemplazados cada dos o tres meses, o antes si se observan deteriorados (chascones) o si los niños han estado enfermos, ya que quedan atrapados gérmenes y microorganismos.
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El papel del adulto
Es importante la supervisión y asistencia continua de un adulto, especialmente en los preescolares, para que ayuden con la toma correcta del mango; la ubicación del cepillo frente a los dientes; la forma circular y de arrastre de los movimientos, que es la más sencilla para los niños; que no muerdan los filamentos y que la limpieza se realice en todas las áreas en una secuencia determinada para así evitar omitir alguna zona.
El rol del odontólogo
El control periódico desde pequeño es muy relevante ya que, además de lo que normalmente se evalúa en una consulta dental, el odontólogo como parte integrante de un equipo de salud, es capaz de reconocer patologías presentes y derivarlas a otros especialistas del ámbito odontológico como también a otras disciplinas relacionadas, como kinesiología, fonoaudiología y medicina.
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* Este artículo fue realizado con la colaboración de la doctora M. Consuelo Fresno, odontopediatra de Clínica Alemana.