Otras consecuencias son:
1. Dificultades persistentes en las funciones orales tales como deglución, pronunciación de ciertos fonemas, masticación, entre otras.
2. Sensibilidad dentaria ante los cambios térmicos en aquellos dientes con fisuras.
3. Alergia al material del piercing. Si esto sucede debe ser retirado de inmediato.
4. Aspiración accidental de este accesorio con peligro de obstrucción de las vías aéreas.
5. Deglución o ingestión accidental del piercing y todas las complicaciones que esto conlleva: úlcera esofágica o gástrica por decúbito, perforación, etc.
6. Galvanismo (sensación de corriente eléctrica) al entrar en contacto con otras restauraciones de diferente composición metálica en la boca.
7. Daño neurológico. Debido a la anatomía de la zona, es posible que en el momento de la perforación pueda dañarse un nervio, lo que determina finalmente una parestesia (sensación anormal que se traduce en hormigueo, adormecimiento y alteración en la movilidad).
8. Heridas y desgarros de la mucosa debido al trauma constante al que son sometidas ya que, por lo general, los portadores de piercings tienden a mover y “jugar” con estos accesorios.
9. Interferencia en la toma de radiografías, tomografía y resonancia magnética.
10. Aumento de la salivación.
11. Halitosis, o sea, mal olor en la boca por dificultad o deficiencia en la higiene de la zona.
12. Infecciones locales y sistémicas tardías. Si no se tiene el cuidado de higiene en relaciòn a la inserciòn (piercing) y los tejidos que lo rodean, pueden producirse infecciones que se generalicen por vía sanguínea.
13. Depósito de sarro sobre la superficie del piercing.
14. Por ser este accesorio un elemento ajeno al cuerpo, pueden producir alteraciones en la cicatrización.
Considerando todo esto, la recomendación es no utilizar este tipo de accesorio en la cavidad oral y evitar así graves lesiones en los dientes y otros tejidos de la boca.
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