Desde los 18 meses de edad, los niños empiezan a hacer frente a otros niños, ya que generalmente quieren lo que tienen los otros pequeños y se generan conflictos que habitualmente ellos resuelven pegando o llorando, ya que aún no cuenta con lenguaje verbal.
La rabia es una de las emociones básicas y suele gatillarse por experiencias de frustración. El modo como se expresa dependerá en parte del temperamento de cada persona (factores biológicos), pero también de los patrones culturales y del aprendizaje (modelos presentes, capacidad de autorregulación).
Al respecto, Anamaría Dávila, psicóloga infantil de Clínica Alemana, asegura que “es importante ayudar a los niños a reconocer sus emociones y a canalizarlas de un modo adaptativo, sin que transgreda los límites de quienes lo rodean. Sin embargo, a medida que el niño crece se le debe enseñar a resolver sus problemas negociando o dialogando”.
Es importante no dar sermones y/o discursos porque suele ser poco efectivo cuando se intenta modificar un comportamiento. Es mejor intervenir, preguntarles cuál es el motivo de la pelea y ayudarlos, guiándolos en alternativas de solución como dialogar o negociar, recomienda la especialista.
La especialista agrega que los modelos son elementos importantes al momento de aprender a regular la expresión emocional. “Por lo tanto, una buena manera de actuar cuando se producen estas situaciones es interceder y mediar entre los niños haciéndole ver a ambos que no es adecuado agredirse. De esta forma, se estimula la empatía y se aprende a resolver conflictos”.
Asimismo, la atmósfera familiar es un elemento muy influyente en el estado de ánimo de sus miembros. Los adultos son referentes muy importantes para los niños, por lo que si los pequeños perciben a sus padres (o adultos a cargo) permanentemente enojados, molestos o irritables, probablemente tenderán a experimentar estados de ánimo similares.
La modalidad de expresión emocional de los adultos influye en el modo en que los niños manejan sus propias emociones. “Según el temperamento del niño, el convivir con modelos violentos puede generar una importante inhibición o coartación de la expresión emocional o, por el contrario, facilitar modalidades de expresión impulsivas o desreguladas”, explica Dávila.
Los niños con baja tolerancia a la frustración tienden a ser especialmente reactivos y, muchas veces, impulsivos. Por lo tanto, son ellos los que más necesitan de adultos que puedan contenerlos y ayudarlos como mediadores para canalizar el enojo de un modo adaptativo.
Tips para superar la frustración o rabia
• Contener al niño, acogiendo su enojo y validando su malestar, pero poniendo límites respecto de cómo puede expresar su enojo (ej: pegarle a un cojín en vez de romper cosas; validar el enojo, pero no permitir golpes o garabatos).
• Intentar distraer al niño, cambiando el foco de atención
• Dialogar sobre lo ocurrido una vez que se ha calmado
• Realizar alguna actividad física que le permita canalizar energía
• Calmar al niño con música, un abrazo o reflejando lo que debe estar sintiendo, de manera que se sienta comprendido, pero estableciendo claramente límites en cuanto a agresiones.
Equipo de Psicología