Sin embargo, los casos más graves pueden tener taquicardia, fiebre, presión arterial baja, compromiso de conciencia, el bebé ya no llora y, en casos extremos, un desenlace fatal.
Los niños pequeños, sobre todo los lactantes, son más propensos a deshidratarse, pues presentan mayor superficie corporal por donde evaporar agua, no avisan que tienen sed y orinan proporcionalmente más que los mayores o los adultos. Por lo tanto, exceso de calor, exposición al sol, menor ingesta de líquidos, diarreas, vómitos o incluso fiebre, pueden causar deshidratación. “Es por eso fundamental consultar cuando un niño está con alguna enfermedad que cause baja ingesta o altas pérdidas de agua”, aconseja el pediatra.
El especialista destaca que el organismo necesita este elemento para mantener sus funciones vitales, de lo contrario comienza a fallar el riñón, el corazón, y el resto de los órganos, al no tener suficiente entrega de oxígeno en los casos de deshidratación porque la sangre se vuelve espesa y circula con mayor dificultad.
Los métodos de hidratación son por vía oral y para eso deben combatirse activamente los vómitos. Una vez logrado esto, se puede mantener a un niño hidratado sin problemas, especialmente si se usan soluciones hidratantes orales, las cuales están disponibles en Chile. En caso de no contar con estas, se pueden usar otros líquidos, evitando las gaseosas. Si esto no es posible, se debe acudir a un centro asistencial donde se le administre líquido intravenosamente.
No es necesario estar abandonado en el desierto por días para deshidratarse, basta una infección intestinal o fiebre alta y la pérdida de agua del organismo excede el consumo, lo que produce un balance negativo de líquido que genera una situación grave, que impide que los órganos vitales funcionen adecuadamente. Esto puede afectar a cualquiera, sin embargo, los niños son los más vulnerables.
Los síntomas son variados y se hacen más intensos a medida que aumenta el grado de deshidratación. En un principio, el cuerpo puede compensar esto, pero luego las manifestaciones se acentúan.
El doctor Jorge Roque, pediatra jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos de Clínica Alemana, explica que lo inicial es sed, decaimiento, malestar, sensación de debilidad, llanto sin lágrimas en el caso del bebé, boca seca -sin saliva-, y a medida que aumenta, ojos hundidos y una notoria curvatura hacia adentro del 'punto blando' (fontanela) en la cabeza de los bebés, ausencia de orina en el pañal, piel seca o arrugada.
Sin embargo, los casos más graves pueden tener taquicardia, fiebre, presión arterial baja, compromiso de conciencia, el bebé ya no llora y, en casos extremos, un desenlace fatal.
Los niños pequeños, sobre todo los lactantes, son más propensos a deshidratarse, pues presentan mayor superficie corporal por donde evaporar agua, no avisan que tienen sed y orinan proporcionalmente más que los mayores o los adultos. Por lo tanto, exceso de calor, exposición al sol, menor ingesta de líquidos, diarreas, vómitos o incluso fiebre, pueden causar deshidratación. “Es por eso fundamental consultar cuando un niño está con alguna enfermedad que cause baja ingesta o altas pérdidas de agua”, aconseja el pediatra.
El especialista destaca que el organismo necesita este elemento para mantener sus funciones vitales, de lo contrario comienza a fallar el riñón, el corazón, y el resto de los órganos, al no tener suficiente entrega de oxígeno en los casos de deshidratación porque la sangre se vuelve espesa y circula con mayor dificultad.
Los métodos de hidratación son por vía oral y para eso deben combatirse activamente los vómitos. Una vez logrado esto, se puede mantener a un niño hidratado sin problemas, especialmente si se usan soluciones hidratantes orales, las cuales están disponibles en Chile. En caso de no contar con estas, se pueden usar otros líquidos, evitando las gaseosas. Si esto no es posible, se debe acudir a un centro asistencial donde se le administre líquido intravenosamente.