Cada vez son más las personas que recurren a la cirugía bariátrica para resolver su problema de obesidad, luego de fracasar con el tratamiento médico, las dietas y el ejercicio. En estos casos, cuando ya no hay más alternativas y la necesidad de bajar de peso es imperiosa porque está afectando seriamente la salud, someterse a una gastrectomía en manga o a un bypass gástrico se presenta como la mejor opción.
Con estos procedimientos, hay personas que logran bajar hasta 22 kilos en los primeros tres meses, lo que significa un cambio radical en su vida: mejoría de comorbilidades, aumento de autoestima, mayor sensación de bienestar y más acceso a actividades que antes eran complejas de realizar. Sin embargo, muchas veces es difícil vivenciar este nuevo cuerpo como propio y asimilar que esa imagen que se ve en el espejo es la de uno mismo.
La psicóloga Denisse Montt, del programa vivir Liviano de Clínica Alemana, explica que para quienes se operan, es una experiencia frecuente y comprensible tener dificultades para reconocerse en la primera etapa. “Surge en el contexto de la necesidad de nuestra psiquis de reconstruir la imagen corporal. La baja de peso rápida y significativa en los primeros meses produce cambios físicos que no alcanzan a ser asumidos a la identidad corporal, lo que genera un desfase entre la percepción personal y la que los demás tienen de uno. Esto es porque los otros ven a la persona como objeto, versus la experiencia sentida del paciente en que se ve a sí mismo como sujeto”, afirma.
En la mayoría de los casos, este proceso de adaptación es transitorio y suele resolverse cuando el peso se estabiliza y la persona se adapta a su nueva imagen.
De acuerdo a la especialista, este desfase entre mente y cuerpo se da tanto en hombres como en mujeres, sobre todo en los primeros seis meses después de la intervención, que coincide con el periodo en que más se adelgaza. “En la medida que los pacientes empiezan a estabilizarse en el peso, comienza también a experimentar un mayor reconocimiento e integración de su imagen corporal”, precisa.
En la mayoría de los casos, este proceso de adaptación es transitorio y suele resolverse cuando el peso se estabiliza y la persona se adapta a su nueva imagen. Sin embargo, la psicóloga sostiene que hay un pequeño grupo donde esta discrepancia puede adquirir ribetes patológicos y transformarse en una alteración de la imagen corporal, lo que sumado al temor a volver a subir de peso -presente en la mayoría de los postoperados durante el primer año- es un factor de riesgo para desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria, como anorexia o bulimia.
Por eso es tan importante que quien se someta a una cirugía de este tipo reciba un manejo integral, que incluya apoyo psicológico y nutricional, de manera de aprender a enfrentar este cambio de apariencia y de vida. Esto implica incorporar hábitos saludables que deben mantenerse en el tiempo para que el tratamiento sea realmente exitoso.
- Muchas veces, las personas con obesidad dejan de mirarse por el desagrado que les produce su imagen corporal. Por eso, luego de la cirugía, es fundamental volver a mirarse, pero sin una perspectiva inquisidora o crítica, sino que como un todo y no desde el detalle o el defecto físico (abdomen, brazos, muslos, por ejemplo). De esta forma se logran mejorar los niveles de satisfacción corporal, a través de una relación de afecto con el cuerpo y de un juicio menos crítico (componente afectivo-cognitivo de la imagen corporal)
- Reconocerse a través del tacto -por ejemplo, mediante el uso de cremas corporales-, de la observación del volumen que ocupan en el espacio cuando se sientan (en el asiento del auto o el sillón), al recostarse y cuando se mueven al caminar. La actividad física ayuda y favorece el contacto con el cuerpo desde lo perceptual. La idea es aprender a valorarlo de manera adecuada, sin sobreestimar ni subestimar su volumen (componente perceptual de la imagen corporal).
- Atreverse a probar y experimentar nuevas formas de vestirse, y explorar escenarios e intereses distintos, tanto solos como con otros. De esta forma, va disminuyendo progresivamente la conducta de evitación o camuflaje, frecuente en este grupo de pacientes por la insatisfacción corporal (componente conductual de la imagen corporal).