Ya empieza un nuevo año escolar y hay que retomar la rutina, dejar de lado las levantadas tardes y volver a madrugar para llegar bien a clases. Es normal que cueste hacerlo los primeros días, pero para algunos adolescentes es más difícil aún.
La doctora Ilse Hermansen, psiquiatra del Centro del Sueño de Clínica Alemana, afirma que “si bien un adolescente debería dormir, al menos, nueve horas, la mayoría lo hace solo siete, lo que va generando una deuda acumulativa que tiene consecuencias sobre el humor, la atención, la memoria, la conducta y el rendimiento académico, social y ocupacional”, explica la especialista.
Las altas exigencias curriculares, como deberes, deportes y actividades extraprogramáticas, suelen retrasar la hora de acostarse.
Agrega que la razón está en que con el inicio de la pubertad se generan cambios hormonales que dan lugar a un desplazamiento de dos horas en la fase de sueño, es decir, el acto de dormirse y el de levantarse son más tardíos, pero estas necesidades no coinciden con los horarios tempranos de clases de la mayoría de colegios y universidades.
Asimismo, las altas exigencias curriculares, como deberes, deportes y actividades extraprogramáticas, suelen retrasar la hora de acostarse. También tienen problemas para iniciar el sueño si van a la cama en horario convencional.
La doctora Hermansen dice que, para funcionar en el día, el 75% de los adolescentes dice usar bebidas con cafeína o energéticas, o fármacos estimulantes. Además, muchos declaran conducir con sueño, lo que aumenta la probabilidad de un accidente.
En ocasiones, estos problemas derivan en trastornos como:
Es frecuente que entre un 25 y 40% de la población infantil y adolescente tenga alguno de estos problemas de sueño, por eso, padres y profesores deben estar atentos a los niños que se duermen en clases, en horarios inapropiados o muchas horas más los fines de semana, además de aquellos cuya conducta y humor cambian cuando han dormido más.