“Después de un partido de fútbol, fui al camarín y de repente me empezaron a doler mucho la espalda y los brazos, transpiraba y tuve náuseas. Supe que algo andaba mal, le pedí a un amigo que me acompañara a la Clínica y, mientras él manejaba, yo estaba empapado, abría la ventana por el calor y después ponía la calefacción. Cuando llegamos a la Urgencia, me hicieron pasar de inmediato, tomaron exámenes y confirmaron lo que se me había pasado por la mente, pero que no quería aceptar: tenía un infarto”, cuenta Rodrigo Espinoza, a más de un año de haber sufrido el mayor susto de su vida.
Le dijeron que no se preocupara porque había llegado a tiempo: “Me prepararon para ir a pabellón y, en el camino, me empecé a sentir muy mal, lo último que recuerdo es que le dije a mi señora que me sentía pésimo”. En ese momento, le dio el primer paro cardiaco.
Su médico tratante, el doctor Christian Dauvergne, jefe del Laboratorio de Hemodinamia de Clínica Alemana, explica que este ingeniero comercial y padre de dos hijas llegó con la arteria descendente anterior, la principal del corazón, completamente obstruida y hubo que abrirla e implantar un stent, intervención denominada angioplastía. Durante el procedimiento, tuvo seis paros cardiorrespiratorios más.
“Lo sacamos adelante, pero al día siguiente evolucionó con falla cardíaca aguda y un edema pulmonar, por lo que necesitó ventilación mecánica. Su corazón tan debilitado tampoco era capaz de mantener presiones sanguíneas adecuadas (shock cardiogénico) y necesitó drogas para mejorar la contracción del corazón. Además, le pusimos un balón de contrapulsación aórtico, cuyo objetivo es mejorar el flujo sanguíneo y disminuir el trabajo cardiaco. Evolucionó razonablemente bien y, a los siete días, pudimos sacarlo de la Unidad Coronaria”, afirma.
Rodrigo comenzó su rehabilitación con kinesiología mientras estaba hospitalizado, con caminatas cortas y ejercicios de respiración, los que siguió haciendo en su casa. Por dos meses más, continuó su recuperación en el Servicio de Kinesiterapia de Clínica Alemana.
El doctor Dauvergne destaca que este caso no es habitual, porque Rodrigo tenía 43 años, era deportista, sano, nunca había sentido molestias en el pecho ni sensación de ahogo, pero era fumador y tenía el antecedente de su papá de enfermedad coronaria.
“Si después de los 40 años te duele el pecho, tienes que consultar inmediatamente porque a medida que pasa el tiempo, más músculo se muere, por lo tanto, mientras antes sea la atención de un infarto cardiaco, mejor va a ser el pronóstico. Gracias a esto, él es un sobreviviente, pero si hubieran esperado a que se le pasara el malestar, las arritmias o paros hubiesen ocurrido sin atención médica, por lo que probablemente habría fallecido o estaría con secuelas neurológicas graves”, asegura.
Rodrigo cuenta que ha cambiado su estilo de vida, partiendo por no fumar más. “Entendí el mensaje, con un cuarto de este aviso habría dejado el cigarro. También me he cuidado más en la alimentación y sigo haciendo ejercicio. Además, bajé el ritmo de vida y para eso conté con todo el apoyo y las facilidades de la empresa donde trabajo”, dice.
El doctor Dauvergne agrega que, de por vida, Rodrigo tendrá que tomar los medicamentos necesarios para disminuir el riesgo de que vuelva a tener un infarto. Asimismo, debe controlar todos sus factores de riesgo, es decir, no fumar más, hacer ejercicio y tener una alimentación sana, mantener el colesterol más bajo que el resto de la población sin infarto, controlar regularmente su presión arterial y el azúcar sanguínea.