María Ignacia Valenzuela
Nachita tiene 14 años, lleva tiempo internada a raíz de un cáncer. Forma parte del grupo de niños que reciben terapias asistidas por “DOGtores”.
Hace casi tres meses se implementó un programa pionero en el ámbito hospitalario: “DOGtores, Perros de Asistencia Médica”. Esta iniciativa ha tenido gran aceptación por parte de los pacientes y sus familias, así como del personal de la clínica. En este primer período la alianza entre Clínica Alemana y la Corporación Bocalán Confiar, ha demostrado sus beneficios. Rayen, un labrador de ocho años y Franklin, un Shih Tzu de seis, son perros especialmente preparados para trabajar con niños.
La doctora Carmen Gloria Marambio, jefa de Hospitalización Pediátrica de Clínica Alemana, explica que el objetivo de este proyecto responde a humanizar la atención. “Buscamos estrategias para disminuir la angustia que pueden sentir los niños hospitalizados y sus familias mediante elementos físicos, humanos y del trabajo de los equipos”.
Los días se acortan para Nachita cuando tiene terapia, quien además se entretiene viendo series y tutoriales de maquillaje. “También, hice un libro de recuerdos con fotos de las enfermeras, auxiliares y médicos para recordar mi paso por la Clínica”, comenta entusiasmada.
Los niños de este programa, reciben a Rayén y Franklin dos veces a la semana y cada sesión dura 45 minutos. “La elección de los pacientes es realizada por el equipo responsable, siendo una prescripción médica, ya que se trata de un programa de salud, en ningún caso de una visita social”, acota la pediatra.
Claudia, mamá de Nachita comenta que la experiencia a nivel familiar ha sido fabulosa. “El personal nos ha apoyado constantemente”. Ella aceptó la terapia con perros cuando su hija salió de la UCI y, a pesar de que en ese momento sentía dolor, estaba motivada por la interacción con ellos.
La doctora Paula Viviani, pediatra a cargo del programa, señala entre los beneficios clínicos una disminución en la dosis de analgesia, aumento de la capacidad motriz y mejoras anímicas.
También se ha visto un positivo impacto en los niños, sus padres y el equipo. “Ha sido gratificante ver a pacientes que estaban muy tristes, sonreír un poco más”, asegura la doctora Marambio.
Rayén y Franklin tienen sus controles al día, se bañan antes de ingresar a las habitaciones y no interactúan con pacientes en aislamiento. Asimismo, los juegos terapéuticos en que participan son guiados por un veterinario y una entrenadora, quienes a través del refuerzo positivo los premian cada vez que aciertan en la interacción esperada.