Se da cuando las exigencias de la vida estudiantil de un niño superan los recursos con los que cuenta para resolverlas.
Un contexto académico de alto rendimiento exige a los padres o tutores la prevención y el abordaje temprano de síntomas iniciales. Si bien el colegio cumple un rol fundamental, son ellos quienes tiene mayor incidencia en el manejo de la situación.
Por esto la psicóloga infanto juvenil de Clínica Alemana, Sonia Alejandra Castro M., explica que los niños demuestran el estrés con sintomatología física y emocional, que podría afectar su conducta manifestando problemas en el colegio y en el hogar. Por lo tanto, justamente son los adultos quienes deben prevenirlo al detectar cambios en su conducta.
Los mejores aliados para combatir el estrés son los hábitos de estudio. Los padres deben ayudar a su hijo en la organización de tareas: establecer un horario fijo -permitiéndole espacios de descanso entre tareas- sin regañarlo, ni criticarlo cuando se equivoque.
Tener una rutina, significa organizar el tiempo para que los niños realicen sus actividades escolares en casa de manera eficiente y grata. “Se les debe preparar un ambiente relacionado con sus intereses, así lo harán motivados”, señala la psicóloga.
Reacción de alarma:corresponde a la sensación de estar “agobiado por mil cosas”. Acá aparecen las modificaciones bioquímicas que tratan de compensar el estado de excesiva actividad para proteger al escolar.
Fase de resistencia: se produce cuando el estudiante ya se ha adaptado a la sobrecarga académica prolongada en el tiempo.
Fase de agotamiento: el derrumbe del escolar se genera por la falla en las estrategias adaptativas, entonces las reacciones emocionales, conductuales y cognitivas comienzan a ser visibles.