Tener una pierna más larga que la otra o ser de una altura muy inferior al promedio, son algunos de los principales motivos por lo que se puede optar a un alargamiento de extremidades, tratamiento quirúrgico que se puede realizar en niños y adultos.
Estas alteraciones pueden tener diversas causas. En el caso de asimetrías, lo más frecuente es que esta sea producto de una fractura o infección en la infancia que enlenteció el desarrollo de una extremidad. Aquí, es crucial tratar de forma oportuna la lesión o patología que afectó el cartílago de crecimiento o el hueso, de manera de prevenir.
El doctor Pablo Wagner, traumatólogo de Clínica Alemana, especialista en reconstrucción y alargamiento de extremidades, explica que cuando existe una diferencia de más de 1.5 cm, debiese ser corregida, ya que puede producir lumbago, escoliosis compensatorias; dolores de cadera, rodilla e, incluso, cervicales, entre otros problemas.
En el caso de la talla baja, su origen es generalmente hereditario, aunque también puede ser la manifestación de una enfermedad metabólica o congénita, como la acondroplasia o enanismo. En estos casos, se pueden alargar tanto piernas como brazos.
La base del diagnóstico es el examen físico del especialista, quien además solicita una radiografía para medir con exactitud la longitud de las extremidades y ver si hay deformidades asociadas.
En casos de asimetrías, el tratamiento inicial es ortopédico. Se indica el uso de una plantilla o talonera de un tamaño acorde a la desigualdad entre una pierna y otra. Si esta diferencia es muy grande, se complementa con un agregado en la suela del zapato. Cuando estas alternativas son insuficientes o simplemente no son toleradas, se evalúa la opción de realizar un alargamiento de extremidades.
Esta operación consiste en colocar al paciente un fijador externo que se une a la extremidad afectada por medio de agujas percutáneas (especie de pernos). La cirugía puede ser con anestesia regional (epidural) o general y dura aproximadamente tres horas. La hospitalización es de alrededor de cinco días.
Luego, diariamente, el paciente debe ir alargando milimétricamente el fijador para que la extremidad se vaya adaptando a este proceso. El tiempo que la persona debe permanecer con estos dispositivos depende del segmento corporal involucrado (pierna, muslo, brazo) y de cuántos centímetros es necesario alargar, pero en general toma un promedio de tres meses, tiempo durante el que también se debe realizar kinesiterapia.
“Este tratamiento se efectúa en niños y adultos, con resultados positivos. Existe, además, una buena tolerancia al dolor. De hecho los pacientes caminan, nadan y hacen su vida diaria mientras están con el fijador externo”, explica el doctor Wagner.
Los riesgos ocurren en un 10% de los casos aproximadamente. Incluyen retardo de consolidación (cicatrización) del hueso lo cual implica un alargamiento que debe realizarse más lento, no unión (implica acortar el hueso y después alargar nuevamente más lento), Infección (como cualquier cirugía), contracturas musculares (por lo que debe estar en kinesioterapia constantemente), y fallas del clavo. La falla del clavo ocurre en 0.3%, lo que es raro.
La kinesioterapia es necesaria durante todo el proceso al menos tres a cuatro veces en la semana.
El alargamiento diario es aprox. 0.75 - 1 mm. Si es más de 1 mm, se corre el riesgo que el hueso no pegue, lo que significaría operarlo nuevamente. En los controles se va cambiando la velocidad de alargamiento óseo dependiendo de cuánto hueso vaya formándose.
El máximo teórico de los clavos es 8 cm. Sin embargo no es recomendable. En general la tibia debe alargarse menos que el fémur, debido a que su capacidad de calcificar es mucho peor y más lenta que el fémur. En general un alargamiento prudente es realizar 4 cm de alargamiento en tibia y 6 cm en fémur. Con eso se logran 10 cm totales.