Es frecuente, e incluso esperable por parte de los padres, que los lactantes tengan regurgitaciones de la leche que toman. Cuando este “votar leche” desde la boca se produce, estamos frente a un reflujo gastroesofágico (RGE), que no constituye una enfermedad ni tampoco presenta mayores molestias. Puede darse más de una vez al día y tiende a disminuir a partir de los 6 meses, desapareciendo habitualmente alrededor de los 12 a 18 meses de edad.
En estos casos, en que los niños se alimentan sin problema, tienen una curva de crecimiento normal y no presentan molestias, no debe haber motivo de preocupación. Sí es importante que el pediatra esté enterado en los controles para mantener observado al lactante y ver cómo van evolucionando estos episodios.
Un tema diferente se da cuando los lactantes junto con devolver la leche presentan otros síntomas, como irritabilidad, rechazo a alimentarse, llanto asociado y dolor. En estos casos es importante consultar prontamente al pediatra.
Se puede tratar de una condición patológica llamada enfermedad por reflujo digestivo (ERGE o RGE patológico), donde además puede haber otras manifestaciones, como mal incremento de peso, tos crónica, neumonías o cuadros bronquiales que se repiten, síndrome apneico (detención de la respiración por un periodo superior a 15 segundos) o laringitis crónica.
Aún no se conoce a cabalidad por qué se produce la ERGE en los lactantes.
Normalmente, los alimentos –en este caso la leche– pasan por el esófago y llegan al estómago, donde se mezclan con los jugos gástricos para seguir con el proceso de digestión.
El esfínter esofágico (que está entre el esófago y el estómago y que funciona como una válvula muscular) es el encargado de que los alimentos, una vez que pasan al estómago no vuelvan a subir. En los lactantes pequeños este esfinter se abre más frecuentemente que en los adultos, permitiendo que los alimentos suban, con lo que se produce el reflujo. Si el contenido que sube es muy ácido, o este ascenso del contenido se produce muy frecuentemente durante el día, puede dañar la mucosa que recubre el esófago, lo que ocasiona molestias.
Los grupos con mayor propensión a presentar ERGE son aquellos pacientes con enfermedades neurológicas, obesidad, algunos síndromes genéticos, malformaciones, enfermedades pulmonares y recién nacidos prematuros.
En la mayoría de los casos un pediatra diagnostica el reflujo de manera clínica, o sea, no son necesarios exámenes, ya que los síntomas son lo suficientemente contundentes como para saber que se está frente a un caso de enfermedad por reflujo gastroesofágico.
Dependiendo del paciente, hay casos en que sí son necesarios exámenes, como la pHmetría con impedanciometría, que mide la cantidad de episodios en que se presenta el reflujo durante el día por medio de una sonda, y si los síntomas que presenta el paciente son producidos o no por reflujo. También se puede solicitar una endoscopía digestiva alta. O una radiografía de esófago, estómago y duodeno que permite evaluar si existen malformaciones asociadas. Sin embargo, la solicitud de estos exámenes debe ser realizada por el médico tratante, en forma individualizada según el cuadro clínico que presente el paciente.
La terapia del ERGE se ajusta igualmente a cada paciente. Puede ser necesario hacer modificaciones en la alimentación, por ejemplo fraccionarla, dando alimentos con mayor frecuencia, pero en menor cantidad. También muchas veces incluye medicamentos que inhiben la producción de ácido gástrico.
Pocas veces se requiere otros tratamientos, como una cirugía que se realiza a pacientes que no responden al tratamiento médico o en quienes hay aspiración pulmonar de contenido gástrico. El fin de este procedimiento es que el esfínter esofágico se apriete para ayudarlo a cumplir su función.
Sin embargo, la mayoría de los lactantes mejora en la medida que crecen y madura este esfinter esofágico.