Molestias constantes en muslos, rodillas o piernas que afectan a los niños en horarios nocturnos y que desaparecen a la mañana siguiente: los dolores de crecimiento se presentan con frecuencia en menores, su verdadera causa aún es desconocida y es importante saber distinguirlos de otras patologías.
“Se definen como un dolor difuso y recurrente que ocurre en las extremidades inferiores de los niños, principalmente durante la tarde y la noche. Es súper importante recalcar que esto pasa en ausencia de una patología músculoesquelética que pueda explicarlos”, dice la doctora Paulina de la Fuente, traumatóloga infantil de Clínica Alemana.
En general, se presentan entre los tres y los doce años, y dentro de este grupo, con más frecuencia entre los tres y los cinco años, y luego, entre los ocho y los doce.
“Afecta más o menos al 10 a 20% de los niños que están en la etapa escolar. En cuanto a la altura, peso y tasa de crecimiento, aparentemente no tendrían influencia en la incidencia de la enfermedad.”, detalla la especialista.
No se tiene clara cuál es la etiología de estos dolores. Es decir, no se ha podido descubrir bien por qué se producen. Sobre sus causas hay múltiples teorías. “Una de las más recientes es la asociación con la Vitamina D, principalmente porque se ha visto que pacientes con dolores de crecimiento tendrían niveles más bajos de esta hormona y que al suplementarla se produce una reducción significativa del dolor”.
Dado que las causas son desconocidas, el tratamiento se concentra aliviar el dolor a través de:
La Vitamina D ha sido foco de la mirada de muchas líneas investigativas, porque se han descubierto muchas relaciones de ella a nivel cerebral, cardiovascular, gastrointestinal, pancreática y del sistema inmune. También podría ser un factor protector contra ciertos tipos de cáncer.
“El rol principal, el más estudiado y el más establecido es a nivel de la salud ósea, a nivel del hueso”, explica la doctora Carolina Ávalos, endocrinóloga pediátrica de Clínica Alemana.
“Es considerada una hormona, y las hormonas, además de ser necesarias para que el organismo funcione bien, son capaces de regular ciertas acciones. La Vitamina D regula muchas”, explica.
Esta vitamina es la encargada de absorber el calcio a nivel intestinal. Además de esta función “tiene un rol importante y una función bien relevante en la formación propiamente tal del hueso y lo que es la mineralización ósea”, explica la endocrinóloga.
Si bien este no es un tema que esté zanjado y sigue siendo objeto de investigación, “hay algunos estudios que dicen que efectivamente el déficit de Vitamina D sí podría producir dolores óseos”, asegura la doctora Ávalos.
“Se vieron asociaciones entre el déficit de Vitamina D y dolores óseos en adultos: espalada, de rodilla, fibromialgia, y de ahí se extrapoló la idea de que a lo mejor el déficit podría también tener un rol en los dolores óseos de crecimiento en los niños” , explica.
Lo que sí está claro es que niños con menos Vitamina D pueden desarrollar niveles más bajos de calcio y de fósforo, y que aquello se relaciona con estos dolores.
Otro elemento a considerar es que, cuando se ha tratado este déficit, los dolores han disminuido su intensidad e incluso, en algunos casos, pueden llegar a desaparecer.
Otro punto que destaca la especialista es que los dolores son más intensos en invierno, momento en que los niveles de Vitamina D están más bajos en nuestra sangre.
“La gran fuente de Vitamina D para nosotros es el sol, la exposición solar. De ahí obtenemos el 90% de ella”, dice a doctora. Es por esto que se recomienda exposición solar “recordando que debe ser breve, controlada y responsable”. “Un 10% de se obtiene de los alimentos que consumimos”, explica. Entre ellos, los que contienen mayor concentración son:
Cuando se presentan los síntomas de dolores de crecimiento se tiene que descartar que no haya una patología ortopédica u otra causa que lo explique. El diagnóstico se hace a través de la historia clínica y de un exámen físico sin una alteración musculoesquelética que pueda explicar el dolor.
En general se piden exámenes de laboratorio o de imágenes cuando el dolor no cumple los criterios de los dolores de crecimiento y/o se asocia a otros síntomas, por ejemplo, “un niño que ha bajado de peso, que tiene fiebre o que se ve pálido”, advierte la doctora De la Fuente. También cuando existe aumento de volumen, signos inflamatorios o cuando el dolor ocurre en otras zonas, como extremidades superiores, columna o la región inguinal.
Esto, con el fin de descartar lesiones traumáticas, tumores óseos de leucemia, infecciones o enfermedades reumatológicas, como la artritis idiopática juvenil.