El prolapso genital o úterovaginal consiste en la caída del útero desde su posición normal en la cavidad pélvica al canal vaginal. Generalmente esto va acompañado del deslizamiento de las paredes de la vagina, la vejiga y otros órganos cercanos, como el recto.
Normalmente, el útero es sostenido por el tejido conectivo de la pelvis y por el músculo pubococcígeo y se mantiene en su posición por medio de ligamentos especiales. Cuando estos tejidos se dañan o debilitan el útero cae dentro del canal vaginal, explica el doctor Jorge Lecannelier, ginecoobstetra de Clínica Alemana.
En la mayoría de los casos, el prolapso ocurre como consecuencia del trauma tisular que ocurre durante el embarazo y parto, especialmente en el caso de niños grandes o de nacimientos difíciles. Esta enfermedad es más común en las mujeres que han tenido uno o más partos vaginales.
Por otro lado, el envejecimiento y la disminución de los niveles de estrógeno, producto de la menopausia, también colaboran en el debilitamiento de las estructuras del piso pelviano.
Otros factores de riesgo que se asocian al prolapso son aquellas condiciones que ejercen una tensión adicional en los tejidos de sostén y músculos de la pelvis, entre las que el especialista destaca:
Si bien un número importante de mujeres puede ser víctima de prolapso, sólo una pequeña parte tiene síntomas serios. “De acuerdo con cifras internacionales entre un 40 y 50% de las mujeres mayores de 40 años tiene algún grado de prolapso, sin embargo, la mayoría de ellas no lo sabe porque no presenta síntomas o porque éstos son leves”, confiesa el experto.
Los principales sintomas corresponden a sensación de peso, presión o bulto vaginal, siendo posible en determinadas ocasiones, observar una protuberancia que aparece por la apertura vaginal, especialmente al hacer esfuerzos. También puede presentase como dificultad para orinar o defecar, dolor pelvico o lumbosacro y problemas sexuales como dolor o falta de sensibilidad. Por último el prolapso genital puede coexistir con el otro gran problema de piso pelvico, como la incontinencia urinaria.
El prolapso genital no tiene riesgo vital, sin embargo, cuando la enfermedad se encuentra en una etapa avanzada los síntomas pueden afectar en gran medida la calidad de vida de la persona. En estos casos la necesidad de tratamiento es fundamental para disminuir las molestias.
Existe una serie de tratamientos para el prolapso, pero estos van a variar de acuerdo con las características de cada paciente.
Uno de los métodos clásicamente utilizado como medida paliativa, es un pesario vaginal (un objeto que se introduce en la vagina para colocar el útero en su lugar). Es efectivo en muchas mujeres con un nivel de prolapso significativo y que no pueden ser intervenidas quirúrgicamente.
La kinesiterapia puede ser útil tanto para tratar grados menores de prolapso o para prevenir esta enfermedad. Se recomienda practicar los ejercicios de Kegel prenatales y de postparto, que consisten en la contracción de los músculos del piso pélvico para ejercitarlos y fortalecerlos.
También se aconseja la terapia de reemplazo de estrógenos en mujeres postmenopáusicas para mantener el tono muscular; y si la persona es obesa debe lograr y mantener un peso aceptable. Además, hay que evitar el esfuerzo y el levantamiento de objetos pesados.
En cuanto a la cirugía, sólo debiese realizarse cuando el prolapso se encuentra en una etapa avanzada. Según el doctor Lecannelier, la necesidad de intervenir quirúrgicamente se limita a pacientes con molestias severas y no se trata de un porcentaje muy alto.
Los métodos quirúrgicos utilizados se dividen en dos tipos: uno que consiste en una operación abdominal y los otros que se realizan a través de la vagina. Generalmente los resultados son bastante satisfactorios, aunque algunas mujeres pueden precisar un nuevo tratamiento en el futuro por recurrencia del prolapso de las paredes vaginales.