Contenido en colaboración con el doctor Juan Sebastián Andreani.

Descripción

 

La rosácea, es una enfermedad inflamatoria crónica benigna de la piel que afecta la cara, principalmente las mejillas, el mentón, la nariz y el área central del rostro.  Sus características más notorias son el enrojecimiento facial intermitente, que puede llegar a ser persistente, y en algunos casos la aparición de pequeños granos y vasos sanguíneos visibles.  

 

Si bien puede afectar a cualquier persona, es más común en mujeres de piel clara y suele manifestarse entre los 30 y 50 años, aunque también puede desarrollarse en la infancia.  

 

La rosácea tiene un impacto negativo en la calidad de vida y la autoestima de quienes la padecen, ya que el enrojecimiento e inflamación del rostro, afectan tanto la autopercepción de las personas afectadas, como la de los demás.  

Causas

 

Las causas exactas de la rosácea son desconocidas, pero se considera que la combinación de aspectos genéticos y del  ambiente juegan un papel importante. Algunos desencadenantes comunes incluyen: 

  • Variables ambientales: exposición al sol, calor, cambios de temperatura y al viento. 

  • Hábitos alimenticios: ingesta de alimentos picantes, ricos en histamina y bebidas calientes.  

  • Estilo de vida: consumo de alcohol, ejercicio físico intenso o baños muy calientes

  • Factores emocionales: estrés, ansiedad. 

  • Microorganismos: la presencia de un ácaro llamado Demodex folliculorum en la piel. 

  • Vasodilatación: respuesta anormal de los vasos sanguíneos. 

  • Condiciones genéticas: habitualmente si uno de tus padres tiene rosácea, es mucho más probable que tú la heredes.  

 

Síntomas

 

Los principales síntomas de la rosácea son: 

  • Enrojecimiento facial: generalmente en las mejillas, nariz, frente y barbilla. 

  • Pápulas y pústulas: pequeñas protuberancias rojas o granos que pueden confundirse con acné. 

  • Telangiectasias: vasos sanguíneos visibles en la piel de la cara. 

  • Engrosamiento de la piel: en casos severos, especialmente en la nariz (rinofima). 

  • Sensación de ardor o picazón: común en las áreas afectadas. 

  • Ojos irritados: llamado rosácea ocular, puede causar enrojecimiento y picazón en los ojos. 

 

Diagnóstico

 

El diagnóstico de la rosácea se basa en la observación clínica de los síntomas y el historial del paciente. Mediante un examen físico, que consiste en una examinación cuidadosa de la piel del rostro, el dermatólogo será capaz de diagnosticar esta afección.  

 

No existen pruebas de laboratorio específicas, pero el especialista te puede realizar exámenes para descartar otras afecciones cutáneas, que puedan causar síntomas similares, como el acné o la dermatitis seborreica. 

Tratamiento

 

La rosácea es una afección sin cura definida, sin embargo, puedes controlar sus síntomas con una serie de cuidados: 

  • Medicamentos tópicos: cremas o geles con metronidazol, ácido azelaico, ivermectina o brimonidina.  

  • Terapia láser: ayuda a tratar el enrojecimiento y controlar la dilatación de los vasos sanguíneos que se vuelven visibles bajo la piel del rostro.  

  • Cuidado de la piel: uso de limpiadores suaves y humectantes, evitando los productos irritantes.  

  • Medicación oral para manejo de crisis:  los antibióticos orales son indicados en algunos casos para los brotes de rosácea.  

En los últimos años, se han desarrollado numerosos avances en el tratamiento de esta patología, por lo que hoy es posible controlarla satisfactoriamente en el tiempo, siempre y cuando los pacientes acudan de forma periódica a los controles de rutina y sigan los tratamientos necesarios para evitar potenciales rebrotes.  

Prevención

 

 

Para prevenir la rosácea puedes considerar estas medidas: 

  • Evitar los desencadenantes conocidos: protegerte del sol con protector solar de amplio espectro y sombreros, cuidarte de los cambios de temperatura, evitar el alcohol y alimentos picantes, y manejar el estrés. 

  • Cuidar tu piel: prefiere productos suaves y específicos para pieles sensibles, idealmente recomendados por un especialista.

  • Consultar regularmente con tu dermatólogo: para ajustar el tratamiento y monitorear la evolución de la enfermedad. 

Especialidades

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