Tenía todo planeado para pedirle matrimonio a su polola por seis años, Valentina Frederick (28). Primero se tirarían en parapente, que era el sueño de ella, y luego irían a un picnic donde le haría la propuesta.
Sin embargo, las cosas no resultaron como Pablo Reyes (28) las había planeado. Una vez en Colina, él fue el primero en aterrizar, la esperó, pero Valentina nunca llegó. Cuando fue a buscarla, la encontró
inconsciente en el suelo, había caído de aproximadamente 20 metros de altura.
Pablo actuó rápidamente, pidió ayuda, su polola fue llevada al Hospital de Urgencia Asistencia Pública, que era
el centro asistencial más cercano, donde la estabilizaron y luego fue trasladada al Servicio de Urgencia de Clínica Alemana, donde la recibió el neurocirujano Rómulo Melo. “Ella llegó muy grave, en una
escala de Glasgow de 4 puntos (lo más malo es 3 y lo mejor 15). Su pronóstico vital, en una primera instancia, era bastante malo, estimándose una mortalidad de 90%, de acuerdo a la magnitud de sus lesiones y al examen neurológico
inicial”, explica el médico.
Valentina fue trasladada a pabellón, donde se instalaron sistemas de monitoreo para medir su presión intracraneana y oxígeno del cerebro. Luego ingresó a la UCI y
ahí, con el apoyo de todo el equipo médico, fue superando el edema cerebral y, en forma progresiva, mejorando su nivel de conciencia.
El doctor Arnold Hoppe, neurólogo de Clínica Alemana a cargo de la rehabilitación
de Valentina, explica que “ella llegó con contusiones pulmonares, derrame pleural y neumotórax, y un TEC con contusiones cerebrales hemorrágicas subcorticales y del cuerpo calloso. Estas lesiones denotaban que la masa
encefálica había sufrido una severa distorsión por las fuerzas absorbidas por el cráneo en el momento del impacto”.
Por lo tanto, agrega el especialista, “el pronóstico era incierto, sobre
todo porque estaba en un coma profundo y con signos clínicos de lesión mesencefálica. Podría haber quedado en estado vegetativo o con graves secuelas. Sin embargo, en ese momento nada se podía anticipar”.
Después de 10 días en coma, Valentina despertó sin recordar absolutamente nada del accidente y tampoco podía moverse. “Todos mis recuerdos eran del colegio, en octavo básico. Estaba muy confundida, no tenía
claro por qué me encontraba en la clínica”.
Debió aprender todo de nuevo: comer, caminar, hablar y escribir. Además, no recordaba todos los programas que sabía usar como diseñadora antes
del accidente y debió hacer cursos para refrescar sus conocimientos.
En su recuperación participaron los equipos de la UCI, Neurocirugía y Neurorrehabilitación de Clínica Alemana. Sin embargo, esto
solo fue posible gracias al apoyo incondicional de su familia, amigos y de Pablo. “Para mí han sido lo máximo, sin ellos no habría recuperado la normalidad de mi vida”, asegura la joven.
Asimismo lo
confirma el doctor Hoppe. “En el resultado de un proceso de neurorrehabilitación tan desafiante como el de Valentina, la calidad, la fortaleza y el compromiso de la red de apoyo es fundamental”.
Un año después
del accidente, su familia y amigos organizaron un encuentro, donde vieron un video que le prepararon mientras ella se rehabilitaba. En la oportunidad, Pablo finalmente pudo pedirle matrimonio y en enero de ese año salían de la iglesia
convertidos en marido y mujer.
La neurorrehabilitación tiene como objetivo la recuperación funcional, minimizar las complicaciones y secuelas que pueden presentarse después de una patología de este tipo, y lograr la reinserción laboral y social de la persona. Se ha demostrado que los resultados son mejores cuando la rehabilitación se realiza con un equipo multiprofesional coordinado.