Urología Pediátrica
La Urología Pediátrica es una especialidad que se dedica al diagnóstico y tratamiento de las enfermedades que involucran a los riñones, vías urinarias, y genitales en niños, desde el período prenatal hasta la adolescencia. La gran mayoría de las patologías que se tratan en esta Unidad son de origen congénito.
El equipo médico está conformado por cuatro especialistas de gran experiencia y formación, tanto en ámbito nacional como internacional. Estos profesionales están capacitados para resolver patologías con cirugías tradicionales de alta complejidad, como las malformaciones genitourinarias en el recién nacido y el reflujo vesicoureteral.
La Unidad tiene la experticia necesaria para realizar intervenciones como cirugía endoscópica y por laparoscopía (la común y la robótica).
El urólogo infantil trabaja estrechamente con el obstetra en aquellas patologías de diagnóstico previo al nacer, y también con el pediatra en aquellas enfermedades del árbol urinario o genital, que deben ser resueltas quirúrgicamente por el especialista.
Además, se trabaja en conjunto con el equipo de Oncología para la resolución integral de algunos tumores, como los renales, testiculares, de Wilms, y rabdomiosarcomas, entre otros.
En conjunto con otras especialidades se atienden pacientes pequeños con insuficiencia renal crónica y aquellos que tienen alteraciones de la función de la vejiga, como mielomeningocele (un tipo de espina bífida) y otros trastornos que afectan la continencia urinaria y fecal.
Otro eje fundamental de la Unidad de Urología Pediátrica en Clínica Alemana es la evaluación y manejo de situaciones de menor complejidad y de muy alta frecuencia en la población infantil, como son la fimosis, la criptorquidia y la hidrocele.
En el Centro del Niño de Clínica Alemana La Dehesa dispone de una infraestructura moderna de alto estándar, tanto en hospitalización como en pabellones quirúrgicos, para asegurar la mejor atención y seguridad de los pacientes.
Patologías
Fimosis
El 95% de los recién nacidos tienen el prepucio estrecho, porcentaje que mejora al cabo de 3 a 4 años de edad. Luego de ese periodo, la fimosis se considera patológica y, por ende, se indica la intervención quirúrgica.
La circuncisión es la cirugía para estos casos. Consiste en la extirpación quirúrgica del prepucio, piel que cubre el glande. La operación, que se realiza bajo anestesia general, dura unos 40 minutos y requiere hospitalización desde algunas horas hasta el otro día, de acuerdo a evolución del paciente.
En domicilio, la evolución en general es buena. A la semana de la cirugía, el paciente ya puede incorporarse a actividades escolares, manteniendo reposo sin educación física por lapso de 2 a 3 semanas. El porcentaje de complicaciones es menor al 1%, donde el sangrado constituye casi la gran mayoría de estas y el manejo habitualmente es local. Las costras del glande son habituales y, de no asociarse a infección, se caerán solas en lapso de un par de semanas. La sutura utilizada se reabsorberá espontáneamente en breve plazo.
Criptorquidia
Es la falta de descenso testicular a escroto respectivo. Un 3% de los recién nacidos de término la tendrán. El riesgo básico es la atrofia testicular y consecuente trastorno de fertilidad futura. Los casos urológicos deben intervenirse a partir de los 6 meses de vida y no más allá del año de edad. Bajo anestesia general, por vía inguinal, se realiza la liberación de la gónada, y se mantienen los vasos sanguíneos y el conducto deferente.
La cirugía dura entre 35 a 45 minutos y la recuperación es rápida. Requiere desde algunas horas de hospitalización hasta el otro día, según sea el caso y la evolución, y se controla a la semana. El paciente puede volver a actividades rutinarias al octavo día, manteniéndose libre de actividades físicas por lapso de tres semanas.
Hidrocele comunicante
Acumulación de líquido alrededor del testículo. La cirugía se realizar por la vía inguinal para liberar y ligar la comunicación entre la cavidad abdominal y la capa que rodea la gónada. La cirugía dura aproximadamente 40 minutos, y requiere anestesia general y hospitalización habitualmente transitoria o abreviada de algunas horas.
El procedimiento es muy bien tolerado y sólo requiere de la utilización de analgésicos orales los primeros días. A la semana ya el paciente puede volver a actividades habituales, manteniendo si el reposo relativo sin ejercicios por lapso de 2 a 3 semanas.
Obstrucción Pieloureteral
Obstrucción alta a nivel de riñón que se manifiesta por dilatación de este habitualmente desde el período prenatal. El diagnóstico se confirma una vez que ha nacido el niño, con ultrasonido (ecotomografías) y otras técnicas de imágenes como medicina nuclear y resonancia nuclear magnética.
Para superar esta patología se requiere una intervención quirúrgica. En recién nacidos y en niños pequeños las técnicas de elección son abiertas tradicionales o laparoscópicas. En niños mayores, prepuberales y adolescentes, a la laparoscopía se añade la técnica robótica.
Los pacientes habitualmente ingresan el mismo día con ayunos de 4 a 6 horas, con exámenes generales tanto de orina como de sangre, como hemograma y pruebas de coagulación.
La cirugía en sí dura entre 90 y 120 minutos y como todos los procedimientos a estas edades deben realizarse bajo anestesia general, condición de bajo riesgo en pacientes sanos, sin patología cardiaca, respiratoria y sin antecedentes familiares de trastornos anestésicos o enfermedades crónicas.
Algunos de estos pacientes quedarán con sondas o catéteres externos o internos por algún período para permitir la buena evolución de su cirugía. Deben estar hospitalizados entre 2 a 3 días y los controles posteriores son clínicos y con ultrasonografía renal. Los porcentajes de mejoría van sobre el 97 % de los pacientes.
Reflujo Vesicoureteral y Megaureteres
Patologías que se asocian a infecciones urinarias febriles y al eventual daño de los riñones por cicatrices. Habitualmente se presentan en edades tempranas, bajo los 2 o 3 años de edad. Se diagnostican por ultrasonografía, medicina nuclear y uretrocistografía miccional.
El reflujo es la vuelta de la orina desde la vejiga al riñón en grados variables.
El megaureter puede asociarse a obstrucción del uréter en su llegada a la vejiga. Si se manifiesta durante el primer año de vida, el manejo es médico, y no quirúrgico. Ocasionalmente se realizan derivaciones urinarias transitorias, como ureterostomias o exteriorización temporal del uréter a la piel, no obstante las técnicas endoscópicas en casos seleccionados también se están usando.
En ambas patologías cuando se plantea a la cirugía como alternativa terapéutica, tanto abiertas clásicas, como laparoscópicas y robóticas. Estas intervenciones, que se realizan bajo anestesia general, son exitosas en el 97% de los casos, y sólo en el 3% hay complicaciones moderadas y leves.
Para esto tipo de procedimiento, el paciente debe hospitalizarse el mismo día de la intervención y quedarse dos o tres días más en la Clínica. El uso de sonda de drenaje vesical es rutinario por tres a cuatro días para mejorar la evolución postoperatoria. El chequeo postoperatorio a mediano y largo plazo (2 años) es habitualmente clínico y con ultrasonido (ecotomografías).
En otros casos, el reflujo vesicoureteral se puede manejar endoscópicamente, a partir del año de edad. En reflujos de grados moderados y menores, es una excelente alternativa.
Este procedimiento consiste en la inyección, por vía cistoscópica y a través de la uretra, de sustancias bajo la llegada del uréter en la vejiga, produciendo un solevantamiento que evita el regreso de la orina hacia el riñón.
Se realiza bajo anestesia general, dura entre 30 y 45 minutos, y es muy bien tolerado por el paciente, quien se hospitaliza el mismo día, pudiendo ser por algunas horas o a lo más hasta el día siguiente de acuerdo a su evolución. Mínimas molestias para orinar en las primeras 24 horas.
Los controles postoperatorios se realizan clínicamente con ecotomografías y, ocasionalmente, uretrocistografías. El seguimiento debe hacerse por lo menos unos 3 años tras el procedimiento.
Varicocele
Dilatación y acumulación de sangre de las venas que irrigan los testículos. Un 15% de los adolescentes lo presentan, siendo el lado izquierdo el más afectado en un 95% de los casos. Si bien la gran mayoría son asintomáticos, en algunos pacientes puede haber dolor o disminución del volumen testicular. En el 93% de los casos, esta patología se cura.
Para la pesquisa precoz de esta patología, la evaluación se realiza entre los 12 y 14 años de edad. Un mínimo porcentaje de los pacientes puede tener problemas de fertilidad a futuro, por lo que es fundamental un diagnóstico y manejo quirúrgico oportuno.
En aquellos casos que necesitan cirugía, son varias las técnicas quirúrgicas disponibles. Con la laparoscopia, que consiste en ligar o coagular las venas afectadas por vía abdominal, el resultado es positivo, soluciona el problema y existen muy pocas complicaciones.
Para someterse a una laparoscopia, el paciente debe ingresar 2 horas antes a la Clínica y en casi la totalidad de los casos, puede obtener el alta dentro de 4 a 6 horas después de su cirugía. La recuperación es óptima a corto plazo, permitiendo al adolescente incorporarse a sus actividades al octavo día postoperatorio, manteniendo reposo sin actividades físicas por lapso de 2 a 3 semanas. La analgesia se basa en paracetamol y algún antiinflamatorio vía oral por algunos días en su domicilio.