La comida chatarra, el tamaño de las porciones, el uso excesivo del teléfono celular o dispositivos electrónicos y el sedentarismo, han sido cruciales en el aumento de peso en niños y adolescentes.
El desarrollo de sobrepeso y la obesidad no son enfermedades aisladas, sino que crean las condiciones para generar otras patologías que pueden llegar a ser crónicas. A corto plazo, trae alteraciones esqueléticas como:
Deformidad de columna.
Dolores de cadera y rodilla.
Trastornos emocionales como problemas de autoestima y depresión.
Aumento de la presión arterial y del colesterol.
Resistencia a la insulina.
A largo plazo, las consecuencias de la obesidad pueden verse en diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, accidentes vasculares, hipercolesterolemia y cirrosis hepática.
La causa más común es el estilo de vida sedentario junto al consumo de alimentos altos en calorías. Sin embargo, hay factores de riesgo como antecedentes familiares o problemas hormonales en los que el aumento de peso no es la enfermedad, sino que un síntoma. Existen 2 tipos de obesidad: la primera es exógena o nutricional, y la segunda es endógena o de causa orgánica.
Primero, es importante aclarar que tener unos kilos de más no son sinónimo de sobrepeso u obesidad. La estructura corporal, historial médico y las cantidades de grasa varían según la etapa de crecimiento. Por lo tanto, no es un diagnóstico que se pueda determinar a simple vista.
La medida más usual para conocer el nivel nutricional es el Índice de Masa Corporal (IMC pediátrico), que relaciona el peso con la estatura. El médico también podría usar gráficos de crecimiento y/o exámenes de sangre para evaluar las posibles alteraciones que pudieran existir en algunos parámetros.
Si tienes dudas sobre este tema, te recomendamos consultar con nuestros especialistas en obesidad infantil.
A partir del nacimiento debe ser una variable revisada en cada control médico. Durante los primeros meses la evaluación periódica por el pediatra orientará a los padres en relación a hábitos y horarios de alimentación que permitan un crecimiento sano.
Luego, cuando sea el momento de introducir los alimentos, se deben mantener los horarios, no fomentar el picoteo, no agregar sal a las comidas ni azúcar a frutas y jugos.
Dulces y golosinas, alimentos altos en grasas y carbohidratos y bebidas azucaradas deben evitarse. Las conductas en torno a la comida también son de suma importancia, no hay que ofrecer dulces como premio, ni quitar la comida como castigo.
Otra recomendación que podemos darte es no obligar a los niños a comer todo lo del plato, ya que deben aprender a reconocer cuando están saciados y conocer sus tiempos.
Además de mejorar la pauta de alimentación y los hábitos de actividad física, es fundamental apoyarlo en este proceso. Una estrategia positiva puede ser que toda la familia se involucre en este cambio, creando un ambiente saludable en torno a la comida. Además, todos podrán beneficiarse de una alimentación saludable, incluso aunque no exista una meta de bajar de peso .
Te recomendamos realizar un control periódico con su pediatra para evaluar los cambios y detectar a tiempo alteraciones en el peso. Según el nivel de obesidad, podría derivarse a otros especialistas como nutricionista, kinesiólogo y/o psicólogo dependiendo de sus necesidades.